Tan distintos y parecidos

En infinidad de ocasiones me han preguntado si noto alguna diferencia entre el expresidente Leonel Fernández y su antecesor, Hipólito Mejía, y mi respuesta ha sido negativa. Me ha costado, en efecto, encontrarlas. Las que pudieran existir están…

Tan distintos y parecidos

A lo que uno se expone. Muchos lectores atribuyen a los periodistas, y en especial a los autores de columnas como esta, un conocimiento de los asuntos nacionales y de las personalidades del país que la mayoría de ellos no posee, incluyéndome por…

En infinidad de ocasiones me han preguntado si noto alguna diferencia entre el expresidente Leonel Fernández y su antecesor, Hipólito Mejía, y mi respuesta ha sido negativa. Me ha costado, en efecto, encontrarlas. Las que pudieran existir están relacionadas más con rasgos de la personalidad que con sus actitudes y el tratamiento de los problemas nacionales.

Fernández suele ser un hombre mucho más calmado, pero Mejía luce más sincero. Fernández tiende un muro impenetrable a su alrededor lo que dificulta llegar a él. Mejía deja ver todo lo que hay dentro de sí. El primero prefiere el silencio. El segundo no puede dominarlo. Fernández tiene un sentido de racionalidad que pauta su accionar público. Mejía es esclavo de sus emociones. Fernández por lo general, no siempre (recuerdan su “Trujillo del siglo XX”), tiene control sobre lo que dice. Mejía responde a cuanto se le pregunta. Fernández calcula. Mejía sólo resta y suma. Un frío intenso, como el de un iceberg, se siente en torno a Fernández. Una llama intensa alrededor de Mejía. Fernández mira de soslayo cuando saluda y estrecha la diestra. Mejía se confunde en un abrazo. El primero ama la soledad (no la del “poder” que ya sufriera), donde intenta encontrar su fuerza. El segundo halla más placer en compañía. Uno abreva en las bibliotecas. El otro en el verdor de la campiña. Uno juega con las palabras. El otro va directo al grano. Fernández impresiona. Mejía encanta. Fernández convence con el verbo. Su antecesor con una mirada viva o un chiste picante. Uno es cerebral. El otro enseña el corazón. El primero lee pero no escucha. El segundo habla y actúa. Fernández está a gusto en el Palacio. Mejía demanda compañía.

Dos hombres en apariencia distintos y curiosamente tan similares que han tenido la carga de gobernar el país. El primero por doce años el segundo hasta ahora sólo por cuatro. Fuera de ahí, ¿cuáles son las diferencias?

Posted in Edición Impresa, Miguel GuerreroEtiquetas

A lo que uno se expone. Muchos lectores atribuyen a los periodistas, y en especial a los autores de columnas como esta, un conocimiento de los asuntos nacionales y de las personalidades del país que la mayoría de ellos no posee, incluyéndome por supuesto. Presumen que no ignoramos nada, ni siquiera aquello que pertenece al mundo íntimo de las celebridades y de los presidentes. Por eso, nada tuvo de extraño que alguien me preguntara en estos días con cuál de los dos —Hipólito Mejía y Leonel Fernández—se podría pasar mejor momento. Para explicarlo en buen dominicano, cuál de ellos es o podría ser “mejor tercio”.

Lo primero, le respondí sin percatarme de la trampa, es que ninguno bebe, por lo menos no tienen fama de eso, aunque el primero se las da de gran jugador de dominó. La cosa es que todo depende de los gustos del que figurara como acompañante. Si a fulano le gusta el internet le iría mejor con Fernández, pero si le agradan los momentos relajantes lo aconsejable sería quedarse en compañía de Mejía. Aunque no son asuntos míos, la verdad es que si me encontrara con ambos en una fiesta no tendría duda alguna en la elección.

Son en apariencia tan distintos que hasta se parecen. Pero eso con cuál de ellos se la pasaría mejor es cuestión de gusto. Uno es demasiado confianzudo y a veces suele pasarse de la raya y el otro es excesivamente seco y aburrido, para usar palabras que aparecen en el correo electrónico de quien me hiciera la pregunta metiéndome en tan grave compromiso. Extremos que para todo fin práctico viene a ser lo mismo. Lo que sí se observa en las fotos en que ambos aparecen en público, es que en el entorno de uno se ven caras sonrientes y alrededor del otro rostros muy adustos, tal vez porque el rigor protocolar de su agrado no permite demasiadas libertades.

Total, en el fondo comparten una misma inclinación por el poder, si bien Mejía puede existir sin él, lo que no parece el caso con Fernández.

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