Nosotros, gobierno y corrupción

Después de un lamentable letargo, hoy, quizás como pocas veces en nuestra historia, anhelamos honestidad en el manejo de los recursos del Estado y a la vez exigimos sanciones para quien no lo haga. Nos cansamos del robo y de la impunidad. Es una…

Después de un lamentable letargo, hoy, quizás como pocas veces en nuestra historia, anhelamos honestidad en el manejo de los recursos del Estado y a la vez exigimos sanciones para quien no lo haga. Nos cansamos del robo y de la impunidad. Es una noticia positiva, pues en las últimas décadas el tema de la corrupción administrativa estaba en segundo plano. Gracias a Dios, despertamos.

Ese sentir está arraigado. Traspasa fronteras sociales y económicas. Llega a ilustrados y analfabetos, a jóvenes y adultos, a cristianos y ateos, a liberales y conservadores. También a morados, blancos, rojos, verdes, azules y amarillos. Con relación a este tema no podemos hablar de consenso, pues casi existe unanimidad.

Lo interesante (y tal vez extraño) es que ocurre en un gobierno que ha tomado importantes medidas para lograr transparencia en el manejo del erario. Sería injusto no reconocer ese esfuerzo, a sabiendas de que todavía el camino es largo y que la lucha contra la corrupción requiere de mayor dedicación, incluyendo la imprescindible mejoría de nuestro sistema judicial.

Tenemos, a modo enunciativo, la Cuenta Única del Tesoro que administra en una sola cuenta todos los recursos del tesoro, lo que conlleva múltiples beneficios, como limitar la discrecionalidad en el gasto de los funcionarios; las Veedurías Ciudadanas, conformadas por personas que vigilan, por ejemplo, los procesos de compras.

También resaltamos los concursos para adquirir u ofrecer bienes y servicios o para construir obras del Estado, lo que ahora se realiza de manera pública, democrática y diáfana, conllevando en los últimos 5 años un aumento de más del 300 % de empresas suplidoras al respecto; y, finalmente, el decreto 15-17 que busca asegurar que todos los órganos públicos actúen con transparencia, igualdad de oportunidades y libre competencia, donde solo habrá ejecución cuando haya fondos aprobados y contratos en regla. Todos, entre otros, son grandes pasos de avance.

Pero volvamos a los protagonistas de esta agradable lucha: el pueblo dominicano. Está atento a los pasos de quienes nos dirigen y de quienes lo han hecho. No perdonarán pifias que involucren faltas éticas y morales. Y si ve a alguien en un evento que considera que ha tomado lo ajeno, protesta, comenta, se incomoda. Sé que algunos señalados con el dedo acusador de la gente, temen visitar restaurantes. Y las redes sociales ahí, como centinelas alertas, sin miedo, siempre presentes, preparadas para desenmascarar.

Si continuamos así, en poco tiempo se adecentará como nunca nuestra cotidianidad política, porque los que buscan beneficios personales serán cada vez más vigilados y se les dificultará meter la mano y hasta la pata. Que así sea. Unámonos en ese propósito.

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