Más que exilio

M aría tenía cinco hijos entre dos y 12 años. Ella era muy pobre, de una comunidad del sur profundo, donde vivía con su marido, quien era el proveedor del hogar, y al que esperaba, ingeniándosela para aguantar el hambre junto a sus pequeños,…

M aría tenía cinco hijos entre dos y 12 años. Ella era muy pobre, de una comunidad del sur profundo, donde vivía con su marido, quien era el proveedor del hogar, y al que esperaba, ingeniándosela para aguantar el hambre junto a sus pequeños, para preparar algo con lo que éste llevaba comprado con su pago diario.

Esta mujer tenía un familiar cercano fuera del país, que la conquista y la lleva con él diciéndole que le tenía trabajo tan pronto llegase, para buscar una mejor vida para su familia, según dijo el marido. Duró años para poder salir del supuesto “trabajo”, luego de muchos traumas y vergüenza, pues se dedicaba a la prostitución.

Como ella son muchas, que han dejado a sus hijos con el alma destruida para darles “una vida mejor”. He querido empezar con este ejemplo, ya que este domingo es Día de Las Madres y, como hemos visto, todo el mes de mayo se ha hablado sobre su valor y qué hacer para agradarlas en su día.

Este espacio es tanto para aquellas que no pueden estar con sus hijos, como para quien tampoco la tienen presente por las mismas condiciones mencionadas; otras, partieron ya de esta tierra; a esas que desde lejos viven de añoranza por regresar a su familia pero ni siquiera tienen documentos para ello, y que de esperanza en esperanza se les ha ido el tiempo tratando de documentarse y a los suyos para llevarlos con ellas.

He tenido por años experiencia con madres inmigrantes, las cuales, hasta en un tren desnudan sus sentimientos al hablar sin conocerme sobre su tristeza y frustración. Es por ello que dedicamos esto a todas ellas, heroínas que han renunciado a sí mismas, con el único objetivo de sacar de la pobreza a sus hijos. Este domingo no es “fiesta” para ninguna familia que se encuentre en estas condiciones, por el contrario, es motivo de dolor, donde solo se conformarán con una llamada telefónica donde cada miembro estará en fila para poder escuchar la voz de mamá. Ella, aguantando las lágrimas, transmite una alegría que durará el tiempo que interactúe con ellos.

Honramos a todas las madres dominicanas, a veces biológicas y otras tanto como si lo fueran, pero especialmente a tantas como las citadas que esperan por el encuentro y reunificación con sus hijos.

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