¿Y quién se “va’ocupá der viejo”? (y 2)

Los asilos, apenas cubren una pequeña fracción de las necesidades de una población con notable aumento de esperanza de vida. Destaco la labor que realizan religiosas al frente de los hogares de ancianos, en especial las Hermanitas de los Ancianos&#8230

Los asilos, apenas cubren una pequeña fracción de las necesidades de una población con notable aumento de esperanza de vida. Destaco la labor que realizan religiosas al frente de los hogares de ancianos, en especial las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, noble orden con varias casas de acogida, que hacen malabares y magia financiera, para “etericar” los magros recursos con que cuentan.

El tiempo se les va entre atender ancianos de ambos sexos y de todas realidades y mendigar para mantenerlos en condiciones dignas. Si resultan titánicos los esfuerzos y sacrificios, a más de la paciencia para bregar con un anciano propio, cuánto amor hay que tener para hacerlo con uno ajeno.

Es común que dejen abandonados ancianos, hombres y mujeres, en la puerta del hospicio y se cuenta de un “tutumpote” que llegó en una “jipeta” nueva y dejó sentado en un banco del jardín, a su padre, con la encomienda de esperarlo que él volvería a recogerlo. De esto hace años y el sujeto no ha aparecido y ante la alternativa de regresar a sus familiares un envejeciente rechazado, lo acogieron.

El Hogar Nuestra Señora del Carmen, en Boca Chica, es un excelente lugar de acogida que se desenvuelve en condiciones similares en cuanto a presupuesto, distantes de realidades económicas y necesidades. Excelente espacio para ejercer la generosidad.

En el país hay 49 asilos de ancianos: 34 públicos y 15 privados, regidos por el CONAPE, organismo creado por la ley 352-98. Ha habido denuncias de que algunos centros son simples negocios que trafican con las necesidades de unos y posibilidades de la familia. Otros son verdaderos oasis ante la pesadilla del abandono y el maltrato.

Con el aumento de los casos de Alzheimer, la carga emotiva familiar se multiplica y a pesar de que en la mayoría de los casos los ancianos están mejor atendidos en los asilos, quien toma la iniciativa de internar al “viejo o a la vieja”, sabe que va a sufrir la crítica mordaz de buena parte de la familia, especialmente la que en nada contribuye. Es posible que el “modernismo” traiga aparejado el cambio de actitud del dominicano con sus “viejos propios”.

Si importante es la paz y calidad de vida del anciano, no menos trascendencia tiene la tranquilidad y el equilibrio emotivo de los que procuran darle dignidad. Para algunos son estorbo, “mueble viejo” que repite cuentos como si nunca hubieran sido narrados. Mi experiencia de hace años, con un locuaz anciano del Hogar San Francisco de Asís, cuando le pregunté qué necesitaba, con ánimos de llevárselo, me expresó: “lo que necesito es alguien que me oiga”.

Ansiaba un interlocutor capaz de escucharle. La última vez que le vi, presentía que estaba próximo a irse. Cuando volví me enteré, que había abandonado su gastado cuerpo material y se había ido para siempre, a contar recuerdos. l

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