Bienvenida de regreso, Argentina

Algunas personas se sienten paralizadas ante las estadísticas, pero para muchas más son el agua de la vida cognitiva. Cada semana, The Economist publica datos oficiales de las 42 economías más grandes del mundo, con una excepción.

Algunas personas se sienten paralizadas ante las estadísticas, pero para muchas más son el agua de la vida cognitiva. Cada semana, The Economist publica datos oficiales de las 42 economías más grandes del mundo, con una excepción.Hace cinco años, el semanario británico dejó de publicar la cifra de inflación de Argentina producida por el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner porque sus editores, y muchas otras personas, pensaban que era falsa. La publicación la sustituyó por una cifra inflacionaria estimada por Pricestats, un servicio de datos internacionales. Un año después el Fondo Monetario Internacional siguió el ejemplo, censurando formalmente a Argentina por la “imprecisión” de sus datos.

Esta semana, The Economist reanudó la publicación de la cifra inflacionaria oficial de Argentina. Una de las primeras cosas que el presidente Mauricio Macri hizo después de ser elegido en noviembre de 2015, derrotando al candidato de Fernández, fue restablecer la independencia profesional del INDEC, la agencia nacional de estadísticas. Le encargó elaborar un nuevo índice inflacionario preciso.

Este mes se cumple un año desde que fue lanzado este índice. Demuestra que la inflación en la zona metropolitana de Buenos Aires en los 12 meses concluidos en abril fue de 27.5 por ciento. Esa cifra es incómodamente alta, pero refrescantemente honesta. Bajo Fernández, el INDEC encontró que la inflación promedio fue de alrededor de 10 por ciento al año entre 2008 y 2013, entre un tercio y la mitad de las estimaciones privadas. Bajo presión del FMI, el INDEC elevó su estimación a 24 por ciento en 2014, pero cálculos privados fueron aún más altos.

La inflación alta fue parte del escenario en Latinoamérica hasta los años 90. Eso fue en gran parte una consecuencia de la desigualdad y las políticas populistas. Las élites económicas, pequeñas pero poderosas, se resistían a los aumentos de impuestos, así que los gobiernos recurrían a imprimir dinero para cumplir sus promesas de campaña para las clases obrera y media. Los gobernantes dependían de la “ilusión monetaria”, con la esperanza de que los asalariados se fijaran en sus crecientes salarios nominales en vez de en la erosión de su poder adquisitivo. La alta inflación desalentaba el ahorro y contribuía a la desigualdad, porque los ricos podían compensar más fácilmente contra ella que los pobres. Domar la inflación recortando los déficits fiscales y abriendo la economía al comercio y la competencia fue un logro importante del muy ridiculizado Consenso de Washington en Latinoamérica. Un simple promedio de inflación entre países de la región cayó de 1,206 por ciento en 1989 a 4.8 por ciento en 2006.

Sin embargo, con el regreso de los gobiernos izquierdistas y populistas en la década del 2000, la inflación subió de nuevo en Argentina, Venezuela e incluso Brasil. Lo que fue notable en cuanto a Fernández fue su evidente intento por negarla publicando estadísticas falsas. Al mismo tiempo, erigió barreras comerciales protectoras, registró grandes déficits fiscales no financiados pese a promulgar grandes aumentos de impuestos en medio de una bonanza de las materias primas y subsidió los costos de la electricidad y el transporte en el orden del 4 por ciento del PIB.

Macri ha tenido un éxito más rápido en restablecer la integridad de las estadísticas de Argentina que en corregir las otras distorsiones económicas que Fernández le legó. El nuevo índice oficial coincide ampliamente con los muchos privados que han surgido. El INDEC lanzará un índice nacional en julio.

Desacuerdo

Los argentinos pueden estar razonablemente en desacuerdo sobre si Macri está tomando las decisiones correctas. Sin embargo, al menos no están siendo mantenidos en la ignorancia sobre el verdadero estado de la economía. Muchos parecen apreciar ser tratados como adultos: el mes pasado, decenas de miles de personas participaron en una manifestación semiespontánea de apoyo al Gobierno.

La baja inflación es una buena política. Un índice inflacionario honesto es un derecho democrático.

Inflación dura

Ya sin ser ocultada, la inflación está resultando obstinada. El banco central, cuya independencia también ha sido restaurada bajo el nuevo gobernador Federico Sturzenegger, estableció una meta de entre 12 y 17 por ciento este año. No va a cumplirla. Después de tambalearse en el segundo semestre del año pasado, la inflación ha subido este año. Eso es en parte porque el Gobierno ha elevado los precios de la electricidad y del gas, y en parte porque los acuerdos salariales con los poderosos sindicatos están promediando alrededor del 20 por ciento.

El banco está haciendo su mejor esfuerzo por cumplir la meta: elevó su tasa de interés de referencia el mes pasado, de 24.75 por ciento a 26.25 por ciento, aun cuando el crecimiento económico sigue siendo lento. Macri está empeñado en un acto de malabarismo. Quiere reducir el déficit fiscal, el cual está financiando con préstamos extranjeros, pero retirar los subsidios de Fernández significa aumentos de precios a corto plazo. Quiere bajar la inflación, pero necesita que la economía esté creciendo más rápido antes de una importante elección intermedia en octubre, la cual su gobierno no puede permitirse perder. Después de optar inicialmente por un rápido ajuste económico, este año ha adoptado un enfoque más gradual.

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