El día después

Todo parece indicar que el presidente de la República y del Consejo de la Magistratura no quería emplear mucho tiempo en seleccionar los 4 miembros de la Suprema Corte de Justicia y los titulares y suplentes del Tribunal Superior Electoral (TSE),…

El día después

Si nos llevamos de los gritos que provoca la mentada reforma fiscal, el día después de que entre en vigencia, el país será…

Todo parece indicar que el presidente de la República y del Consejo de la Magistratura no quería emplear mucho tiempo en seleccionar los 4 miembros de la Suprema Corte de Justicia y los titulares y suplentes del Tribunal Superior Electoral (TSE), por lo que la misma prisa que imprimió al proceso de aprobación del reglamento, presentación de candidaturas, objeciones y entrevistas; parece que hará posible que en una sola sesión evalúen y ponderen los 83 entrevistados y escojan los agraciados.

Independientemente de cuál sea la decisión el proceso nos deja múltiples lecciones, como que la carrera judicial ha rendido sus frutos y se ha convertido en la mejor cantera de buenos candidatos, siendo notoria la diferencia entre los egresados de la misma y los que no, sobre todo porque son pocos los abogados y académicos de prestigio que se interesan en participar, principalmente por la falta de confianza en los procesos de selección que hace que muchos decidan no exponerse a un escrutinio público para no resultar escogidos, como sucedió en la recién pasada selección.

Otra lección que nos deja es que la posibilidad de repostulación de los miembros del TSE sin que deban someterse a un proceso de evaluación similar al que se dispone para los miembros de la Suprema Corte que deseen ser reelectos al vencimiento de sus mandatos, distorsiona el proceso de selección pues convierte sus entrevistas en apologías de sus ejecutorias sin que estén dadas las condiciones para que se pueda analizar y ponderar las mismas en base a parámetros objetivos, puesto que se carece de evaluaciones realizadas por terceros.

Lamentablemente el festinado proceso llevado a cabo en el 2011 nos legó una Ley 138-11 orgánica del Consejo de la Magistratura, que dejó abierta la posibilidad de reelección de los jueces del TSE y sin embargo limitó la duración del mandato de los jueces de la Suprema que antes de la misma eran inamovibles a siete años con posibilidad de nueva elección sometida a un proceso de evaluación.

Por esto se hace necesario que fuera del calor de la selección se modifiquen los controvertidos aspectos de que se ponga límites al ejercicio de jueces de carrera en la Suprema, también al Tribunal Constitucional y que se excluyan de los mismos a los miembros del TSE, cuyos mandatos deberían limitarse al período de 4 años y someter la posibilidad de una única reelección a que el miembro de que se trate tenga una evaluación positiva con mayoría calificada de los miembros del Consejo de la Magistratura.

También debe modificarse la Ley 29-11 orgánica del TSE para corregir la disposición de que el mismo esté conformado de 5 jueces cuando deben ser 3 y no más de 5 conforme a la Constitución y para que en vez de designar un suplente por cada miembro con la misma remuneración que el titular, se elijan solo 3 y que los mismos perciban un porcentaje que no deberá ser mayor al sesenta por ciento de la remuneración de los titulares.

Después de la elección surgirán las más variadas conclusiones, algunos entenderán que se hizo lo mejor que se pudo, otros que el resultado fue malo y los que comulgan con la mayoría del Consejo que se logró lo deseado.

Ojalá llegue el día en el que entendamos que quien gana o pierde con una buena o mala selección no son las autoridades o la oposición de turno, es el país que más allá de esa fecha continuará necesitando de un Poder Judicial independiente, responsable y capaz así como de una justicia electoral creíble y confiable, no para que así lo piensen las autoridades el día después de su decisión, sino para que todos podamos percibirlo así por el resto de los días.

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Si nos llevamos de los gritos que provoca la mentada reforma fiscal, el día después de que entre en vigencia, el país será un cementerio. Todo habrá acabado. Todos pronostican un cataclismo. Y siendo así, la nación debe ser una  sola manifestación de repudio. La jornada del martes debió ser apoteósica, pero todos los medios definieron la participación popular como pírrica. Lo más llamativo fue una foto de un grupo de damas que lucían muy bien, tanto, que según apariencias debían pertenecer a estamentos muy altos de la sociedad. Sólo un elemento no concordaba: Mostraban un cartel de un movimiento que se proclama como expresión auténtica de las masas populares.

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