Los sucesos de Haití y los mensajes anticolonialistas y antirracistas de los líderes revolucionarios rápidamente se difundieron. Sorprende ver la velocidad con la que las autoridades españolas informan unas a otras de los acontecimientos y las medidas que se fueron tomando al ritmo que marcaban los sucesos de Saint Domingue por su influencia directa en el concierto internacional (…) Acontecimiento tras acontecimiento, muerte tras muerte, saqueo tras saqueo, incendio tras incendio, masacre tras masacre…se propagaron por la zona sembrando el miedo. Consuelo Naranjo [1]

Continuamos presentando este interesantísimo libro escrito por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, específicamente con el ensayo de Consuelo Naranjo, la amiga entrañable de los historiadores dominicanos. Su trabajo se basa en las correspondencias entre el Ministro de Estado español, el cónsul de España en Filadelfia, los capitanes generales de Cuba, los gobernadores de Santiago de Cuba, el gobernador de Santo Domingo, entre otros.

A través de estas cartas se expresaba el miedo, el terror por la violencia de los acontecimientos en Haití, y cómo temían que esta situación se propagara en todo el Caribe insular. ¿Se convertirían los acontecimientos de Haití en pólvora en todos los países? ¿Qué debía hacer España ante tal situación, sobre todo cuando comenzaban a encenderse las llamas de libertad en las colonias españolas del cono sur? El temor, como bien expresa Consuelo Naranjo, era no solo por la violencia, sino por el tema racial. No solo los blancos franceses temían, sino también a los españoles de las otras islas. El tema racial se hizo presente sin lugar a dudas, convirtiéndose en un verdadero tema de Estado:

…Se rindió el cabo Rochembeau, fue conducido prisionera a la Jamaica y los nueve mil hombres de Tropa que guarnecían la plaza se han distribuido en las posiciones inglesas.

Los asuntos de Guadalupe se hallan también en el más lamentable estado.

Lo que dicen gacetas, lo que dicen los mismos franceses de los robos, del despotismo de sus generales, de sus oficiales en las islas, no se puede leer ni oír sin horror.[2]

Como seguía explicando la profesora Naranjo, las misivas de los jefes españoles en Cuba eran de expectación y horror. Una carta similar a la anterior, comunicaba a España los sucesos de Saint Domingue, Jamaica y Guadalupe. El espíritu de la misiva era de temor, un temor que se expandía a toda el área del Caribe:

… Se confirma la horrorosa matanza que han hecho en Geremías los cruelísimos Negros. Se dice, que todos los blancos sin excepción de sexo ni edad han pasado a cuchillo. Yo me temo que estos Bárbaros Africanos sean unos segundos Filibustiers que infestaran con su piratería todas nuestras costas, y que intentaran encender el fuego revolucionario en nuestras Yslas, si no se atisban todos sus movimientos; si lo que deben cancelar no piensa sino en enriquecerse en vez de vigilar la conducta de los negros y vecinos.

Meses más tarde, en agosto de 1804, el mismo autor de la misiva anterior, Valentín Foronda, escribía desde Filadelfia al secretario de Estado, Pedro Ceballos en los siguientes términos:

“El favorecer a los negros es vigorizarlos, es reforzarlos y talvez puede llegar su poder a intentar algún ataque a las islas españolas, protegidos de los mismos Negros Vasallos del Rey. ¿No se les podía tratar Excemo Sr. como piratas a los que hacen causa común y favorecen a los piratas, a los enemigos de los hombres, a los Antropófagos Negros de las Islas de Santo Domingo?[3]
Explica Consuelo Naranjo que las noticias sobre el apresamiento en el mar de buques que ellos llamaban como de los “negros rebeldes de Santo Domingo” habían aumentado la sensación de inseguridad y temor entre los habitantes de la zona.

Haití fue un ejemplo a emular desde la revolución. Símbolo de libertad, algunos esclavos de otras colonias esclavas, como fue el caso de Martinica, se lanzaban al mar con el fin de alcanzar las costas liberadoras, entre otras se proclama la abolición de la esclavitud. Martinica, Guadalupe, Jamaica, Granada abolieron la esclavitud en los años inmediatos a 1791. En Cuba, como estudian otros autores de este libro Haití también evoco la libertad, y la igualdad para los esclavos y gentes de color de distinta condición. (…)

Este temor junto al desarrollo de la plantación, produjo la rearticulación de las identidades étnicas y raciales. La articulación del miedo marcó y ordenaron parte de la vida de la colonia. Algunas de estas disposiciones jurídicas quedaron solo en papel ya que chocaron con las costumbres establecidas y los intereses de los amos que, en muchas ocasiones no aceptaron cambios en la manera de tratar a sus esclavos. Los acontecimientos de la colonia francesa tuvieron una respuesta inmediata con la promulgación de leyes destinadas a la prevención, sujeción y represión del cimarronaje que durante años supuso un reto para las autoridades de la isla, que veían en cada cimarrón o levantamiento de las manos directa de los revolucionarios haitianos. Al mismo tiempo de manera mucho menos visible fue creada una cultura de discriminación y exclusión de la población de color y a la vez que determinadas formas culturales de esta población pasaron a ser satanizadas, se reforzaron los argumentos que legitimaban la esclavitud a partir de presupuestos morales y biológicos.[4]

El temor era real; sin embargo, la influencia de Haití fue positiva, como se ha dicho en los artículos anteriores, y como reconfirma la propia investigadora Naranjo. Haití, afirma, produjo efectos opuestos en la isla. No caben dudas de que la introducción masiva de mano de obra esclava fue un medio efectivo para desarrollar la industria azucarera cubana y poder alcanzar los niveles de producción azucarera que el mercado demandaba, una vez se produjo la ruina de Saint Domingue. Consuelo Naranjo expone un cuadro en el que se observa la evolución de los habitantes por condición social. Veamos:

El cuadro demuestra que el “pánico de esta colonia que ve hecha realidad su pesadilla sobre africanización”[5], pues los esclavos y sobre todo la población de color fue aumentando de manera sistemática. En palabras de la autora “El aumento que se observa de la población esclava entre 1827 y 1841 (303.137) fue producido por la entrada de africanos: en 14 años se introdujeron 237.500 esclavos. En 1841 población blanca es sobre pasada por esclavos (43 ’3%). Solo en el departamento central la población blanca era más numerosa, con una proporción respecto a los esclavos de 11 a 5. En Occidente la proporción era de 5 a 8 y en Oriente de 1 a 2.”[6]

Una pena que no pueda seguir abordando este interesantísimo y documentado ensayo. En la próxima entrega seguiremos con otro de los capítulos. Estoy feliz de conocer otra perspectiva y otra manera de ver la historia.

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[1] Consuelo Naranjo, “La amenaza haitiana, un miedo interesado: poder y fomento de la población blanca en
Cuba”, en El Rumor de Haití en
Cuba: temor, raza y rebeldía, 1789-1844, Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 2004, p.
[2]Ibidem, p. 85.
[3] Ibidem, p. 86
[4] Ibidem, pp 87-88
[5] Ibidem, p. 191
[6] Ibidem, p. 99.

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