Dicen que cuando alguien no sabe a donde va, no importa donde pare, ya llegó. Y es que muchos piensan que tenerlo todo es el premio gordo de la vida, otros que es tener a “alguien”, pero aquellos que reconocen que más que un norte y un camino, todos tenemos un destino, no hacemos de nuestro camino una estancia, ni de nuestra compañía una torre, y mucho menos de un vehículo una distracción. El destino supera la meta, que requiere de un plan, el cual es el calzado para un propósito. Dios apunta: Te enseñaré y te haré entender por el camino que debes andar… Dejándonos ver que su camino es tu obediencia y que la velocidad para llegar a tu destino dependerá del calzado con que aprietes tu propósito.

Posted in Rosas para el alma

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