Habitualmente algo caprichosa para comer, no tomábamos muy en serio la inapetencia que manifestaba últimamente. “Es muy complicada y quisquillosa, que no coma, decíamos altaneros”. Pero, al parar totalmente de comer y cambiar preocupantemente su conducta, en casa advertimos que Susie, mi gata, no estaba “de malcriada”, sino que algo anómalo la afectaba. Efectivamente, llevada al veterinario, éste halló una situación delicada en la felina que abordó. Mi gata no podía explicarme su malestar, y en principio interpreté su conducta de manera prejuiciada y distorsioné. Sucede también con las personas. Frente a algún comportamiento o actitud de alguien que no entendemos, juzgamos, interpretamos, condenamos a priori, pero podemos estar muy lejos de sus reales razones. Evitemos medir a la ligera.

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