Corea del Norte es uno de los reductos de las sociedades que intentaron un estado de plena felicidad para sus ciudadanos mediante la implantación del socialismo.

Corea estuvo ocupada por Japón desde 1910. Con su liberación al término de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, queda dividida en dos partes por el famoso paralelo 38, a través del cual la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) asumió el control de la parte Norte, y el Ejército de los Estados Unidos la parte Sur.

Dos gobiernos, dos países. El Norte bajo el influjo de la URSS y el Sur bajo la tutela de Estados Unidos, pero ambos estados reivindicaban los derechos sobre la totalidad del territorio.

En Corea del Norte un socialismo a ultranza devino en estalinismo, y en Corea del Sur una sociedad al estilo occidental. Desde 1948 la tensión ha sido la característica entre los dos países, a tal extremo que en 1950 se desató una confrontación que se detuvo con la mediación de la ONU y la buena voluntad de la República Popular China.

Fronteriza con China, Corea del Norte ha vivido en un creciente aislamiento. Su pueblo ha sufrido hambruna, con la permanencia de un gobierno opresivo, en manos de los herederos de Kim Ilsung. En vez de invertir para combatir la pobreza rampante bajo paradigmas de una supuesta igualdad, se ha dedicado a desarrollar un programa armamentista con el recelo norteamericano.

Después de su alejamiento de la desaparecida URSS, China ha sido su sostén comercial, y madrina política, pero hoy día el heredero Kim Jong-un ha ido demasiado lejos al amenazar con lanzar misiles contra Guam, una base estratégica norteamericana en el Pacífico Occidental.

Los coreanos del Norte son buenos en la propaganda belicista, pero en más de 50 años no han desatado un ataque importante. En Estados Unidos gobierna un hombre desenfrenado, incapaz de entender el verbalismo coreano.

Puede desatarse una conflagración total. China, fronteriza y hasta ahora solidaria táctica de Corea del Norte, podría ser arrastrada.
Intereses perversos no están ausentes. Una guerra en la frontera china sería una distracción para un país en crecimiento. No sería mal negocio para Trump y Putin.

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