Un lector de ganada reputación en los círculos económicos y sociales se queja en un correo personal de un comentario en el que exponía, en términos genéricos, los efectos dolorosos de políticas inflacionarias sobre la economía y la suerte de los ciudadanos. Y me reclama que así como advertía sobre el peligro de la devaluación, lo haga también sobre la tendencia a sobrevaluar la moneda.

Lo curioso es que estamos de acuerdo. Tan pernicioso es que se sobrevalúe el peso, como que se devalúe. Al mantener amarrada la moneda en niveles ficticios que no se corresponden con su valor real de mercado, con el propósito de mantenerla estable dentro de un rango fijado con objetivos políticos, se crean condiciones muy negativas para aquellos sectores que generan divisas y mejoran con ello la estabilidad económica del país. Igual ocurre con las devaluaciones planificadas con el fin de hacer competitivo el turismo y promover las exportaciones. Son políticas erradas que sólo consiguen a la postre dañar la economía y frustrar su crecimiento.

Una cosa es permitir que las fuerzas del mercado sitúen el valor de una moneda en su justo lugar y otra son políticas de devaluación forzosas que tienen el mismo efecto que otros controles sobre la economía, como tantas veces lo hemos sufrido en el país. Recordemos, por ejemplo, los intentos pasados en otras administraciones, de imponer al mercado cambiario tasas irrealistas, aprobando y echando atrás resoluciones de la Junta Monetaria, sin objetivos de largo plazo, sólo para salir de situaciones coyunturales o con la finalidad, peor aún, de atender demandas de un clientelismo político de oportunidad.

No debe confundirse una política de devaluación con la transparencia en los mercados cambiarios. Aprendamos la diferencia. El país necesita de políticas y acciones de largo plazo y acelerar los objetivos de la Estrategia Nacional de Desarrollo.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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