Señor director. No soy profesante de ninguna religión, dogma o nada parecido, soy más bien una mujer liberada en muchos aspectos de mi vida y libre de tantos patrones, etiquetas y condicionamientos propios del sexo débil, aunque esclava de la condición de ser mujer, y toda la historia humana y social que conlleva genéticamente serlo.

Siempre el hecho de pertenecer al sexo masculino se ha visto con orgullo, supremacía y poder, como un oficio, y el hecho de pertenecer al sexo femenino se ha visto como un privilegio, una dote y un arte, a pesar de haber sido tan pisoteadas y discriminadas en muchos aspectos humanos y sociales durante la mayor parte de nuestra existencia.

Ese mito o costumbre se lleva al pie de la letra y mientras a los hombres (los poderosos), los educan como tal y no necesitan hacer mucho esfuerzo para respaldar sus atributos, ya que no se sienten agredidos por su género (aunque esto de hecho ha cambiado bastante), a las mujeres nos educan de manera distinta, refinada en el comportamiento, el andar y el hablar, somos el vivo ejemplo de la delicadeza, la belleza y la ternura, aunque no todas seamos ejemplos apropiados, la gran mayoría lo es, nos crían para serlo, y si no lo conseguimos puede resultar frustrante no poder ejercer ese arte con todas las de la ley, ya que nosotras sí somos agraviadas, juzgadas y sentenciadas, por nuestro mismo género y por el opuesto, si no somos el dechado de virtudes que se espera que seamos.

En la actualidad a pesar de que las cosas han cambiado bastante también para la mujer, y esta ha ocupado otro rol y vencido muchos obstáculos sociales, hoy día es cuando más interés ponen en su figura, belleza, sensualidad y atractivo sexual, aunque parezca contradictorio así es, más que nunca se hace énfasis en eso, en el hecho de ser mujer como un arte.

Tanto el oficio de ser hombre, como el arte de ser mujer, se han convertido en todo un reto, una contienda, una difícil danza de la muerte, donde todo resulta poco y nada es suficiente para entender, sobrellevar y salir airosos en el oficio y el arte de vivir.
Actualmente, la cantidad de divorcios, madres solteras, padres que también ejercen el rol de madres, hijos desdichados, hogares infelices, cirugías innecesarias, feminicidios y sociedades enfermas mentalmente, van en aumento gradual sin que aparentemente haya nada, ningún mecanismo humano y sensiblero que sea capaz de frenar o disminuir su avance. El odio engendra odio, la ira engendra ira, la violencia engendra violencia y el abuso de poder, genera victimas nefastas. Cuando será que este pueblo, que se tilda de cristiano, se decidirá a seguir el ejemplo de Jesús y pondrá la otra mejilla en lugar de devolver el golpe. Cuando será que aprenderemos a vivir en armonía y amor, y nos liberaremos de tanto lastre, de tanto dolor y amargura, y dejaremos de descargar nuestras frustraciones en los demás, y conoceremos el sabor del arte de vivir en amor.
Idalia Harolina Payano Tolentino
Ciudadana

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