Desde mis clases de Historia del Arte IV, quedé enamorada del estilo de Gustav Klimt, de la forma en que abigarra el color, pues la manera en que aplica, además del esplendor que produce, resulta sublime. Klimt idealiza los personajes, lo que se aprecia en obras como “El beso” que es de las más famosas en la producción visual de este gran representante del simbolismo vienés.

El “Retrato de Adele Bloch-Bauer I”, es otra pieza que se ha convertido en un mito en mi vida, tal vez por su historia controvertida o, sencillamente, porque se trata de un cuadro emblemático que expresa en un inusitado hieratismo la naturaleza sensible, tierna, aunque en el fondo desolada de Adele. Esto así, porque la musa de Klimt para el famoso cuadro de “La Dama de Oro”, a pesar de haber sido hija de un banquero judío, el destino la obligó a casarse a temprana edad con un industrial azucarero sin sentirse enamorada.

Después de ver la película “Woman in Gold” (Dama dorada o Dama de oro), mi fascinación por el obra fue mayor, así que desde que tuve la oportunidad de ir a Nueva York, fui a verla en la Neue Galerie. Y es que Adele había sido una gran inspiración para Kilmt, quien a pesar de inmortalizarla en otra obra más, es en el retrato modernista de grandes áreas en dorado donde mejor logra captar la personalidad de esta mujer de vida sombría, quien a pesar de la opulencia no logró ser feliz.

Adele había dispuesto que a su muerte los cuadros de Klimt pasaran a la Galería del Estado de Austria. No obstante, lo cierto es que buena parte de los bienes de su familia fueron confiscados cuando los nazis ocuparon Austria. Así que, aunque la obra pasó después a los austríacos, no fue hasta hace unos años que luego de un amplio proceso judicial fuera recuperada por la sobrina de los Bloch-Bauer: María Altmann, quien al recuperar la obra la vende en 2006 a “Neue Galerie” en Nueva York donde hace unos días la tuvimos frente a frente.

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