Pulverizar -o como dice el pueblo- “darle el golpe del bolsón” a la delincuencia, es una necesidad.

Y es indispensable que, con el firme apoyo del Gobierno, la
delincuencia sea parada en seco.

Es, asimismo, el primario deber de los sectores más sensatos y decentes de República Dominicana. Porque no podemos seguir perdiendo batallas de la delincuencia.

Si los delincuentes, con sus asesinatos, atracos, asaltos, -así como los crímenes auspiciados por el sicariato- y otras actitudes desalmadas, continúan saliendo airosos, entonces al final nuestro país, con todos sus segmentos, va a colapsar.

“Tanto cae una gotera en un jarro, hasta que le hace un hoyo”, dice una de las frases del refranero popular.

Me suscribo a la declaración ofrecida la semana pasada por el ministro de Interior y Policía, Carlos Amarante Baret.

Así habló el funcionario gubernamental: “La efectividad del trabajo contra la delincuencia que realizan las autoridades está condicionado a que la ciudadanía, organizaciones populares y comunitarias se incorporen también a la lucha contra la delincuencia”.

Precisó: “Esta participación es importante para que el trabajo de las fuerzas de seguridad sea efectivo y ganarle la batalla a la delincuencia”.

Desde luego, esa proclama de Amarante Baret, por más buena intención que tenga, no basta.

Porque teoría es teoría. Hay que pasar de las palabras a la práctica, a los hechos.

Pero también que la justicia, cuando a su poder lleguen los expedientes en los que se acusa a los delincuentes de realizar sus tropelías, actúe sin contemplaciones.

En ocasiones, por la debilidad de la justicia, asesinos y delincuentes tienen que ser castigados -hasta con la muerte- por personas que han sido víctimas de acciones vandálicas. Hacen justicia con sus propias manos. Tienen que defenderse.

Para colmo, cuando a uno de esos delincuentes las masas, en defensa propia, lo elimina, la justicia proteje al victimario. ¡vaya paradoja!

Recientemente, un delincuente se proponía matar y atracar a un médico (al doctor Julio Gómez).

El joven galeno se defendió. Por suerte, llegaron vecinos y lograron linchar al delincuente que quería materializar su fechoría.

No es correcto que el pueblo aplique justicia contra la delincuencia. De ninguna manera, porque para eso están los tribunales.

Pero, cuando se produce un caso -de aplicación de justicia no legal- los jueces deben valorar las llamadas “consecuencias atenuantes”.

Hay que pulverizar a la delincuencia… ¡sin más dilación!

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