Algunos tenemos “libros de cabecera” que son partes esenciales de nuestra mesita de noche. También somos dados a sugerir lecturas, generalmente basándonos en nuestro gusto, no en el del otro. Por ejemplo, el cantautor Joaquín Sabina, devorador de libros, se ha declarado defensor del “salario cultural mínimo”, que implica al menos cuatro libros en la casa del más pobre, siendo uno “La Odisea”, de Homero; otro cualquiera de Shakespeare; y los demás, “Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes y “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez.

Sin negar lo indicado por el extraordinario e irreverente artista español, yo, en principio, promuevo dos: la Biblia y la Constitución de la República Dominicana, lo que me permite, además, intentar en lo posible estar en armonía con el cielo y la tierra. Me referiré a nuestra Carta Magna, proclamada por primera vez hace 173 años.

Cuando un estudiante de leyes o un abogado recién graduado me pide consejo sobre cuál diplomado o posgrado hacer, mi respuesta es inmediata: Derecho Constitucional. De igual modo, cuando alguien no vinculado a la toga y el birrete me pide un libro para leer, le contesto: la Constitución Dominicana.

No creo prudente andar por las calles sin estar conscientes de nuestros derechos y deberes, abarcando los que corresponden a los representantes de los poderes del Estado. El que tenga ese vacío será masa que moldeará cualquiera a su antojo, se le dificultará hacer respetar su dignidad como ser humano y su vida útil y su desarrollo tendrán limitaciones difíciles de superar.

Nuestra Constitución, aunque modificada en el 2015, se fundamenta en la del 2010, resaltando que la misma, junto a la del 1963, es la más completa y democrática de nuestra historia, y que de cumplirse su contenido nuestro país avanzaría enormemente, pues sus instituciones se fortalecerían, al igual que nuestro estado de derecho.

Consagra, como ejes centrales, los derechos fundamentales, entre los que están los civiles y políticos, los económicos y sociales, los culturales y deportivos, y los colectivos y de medio ambiente; allí se garantiza el cumplimiento de esos derechos, vinculando a todos los poderes públicos. Esos son los preceptos que debemos conocer y exigir que se cumplan. No basta con tener una buena Constitución, hay que comprenderla, valorarla y defenderla.

Es mi esperanza que esta estupenda Constitución asuma vida en nuestro pueblo y no se convierta en un cadáver más en nuestra fosa. Vamos todos a leerla con interés, que esté siempre a nuestro alcance, que mientras más un pueblo conoce su Ley de Leyes, más rápido progresará, será más libre y exigirá cada vez un mejor gobierno.

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