Hay promesas que se cumplirán aunque algunos las desestimen porque les suenan más como amenazas que como promesas. La madurez nos lleva a ser selectivos en cuanto a lo correcto, la experiencia en cuanto a lo conveniente y la revelación en cuanto a lo divino. La única alternativa que tenemos para la palabra de Dios es creerla en cuanto a la madurez, practicarla en cuanto a la experiencia y amarla, en cuanto a la revelación. San Pablo explica a los Tesalonisenses, lo que hoy aplica: “…por no recibir el amor de la verdad para ser salvos, Dios mismo les enviará un poder engañoso para que crean la mentira a fin de que sean juzgados quienes no creyeron la verdad y se complacieron en la iniquidad” (2 Tesalonisesnses 21:10-11).

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