Casi siempre pretextamos que no tenemos tiempo para hacer tal o cual cosa. El cuidado de los hijos, el trabajo, la casa y los estudios no nos dejan tiempo para nada.

Las personas que nos quieren se quejan constantemente de que nunca los llamamos o de que nunca hacemos un espacio en nuestra agenda para sostener una conversación entre amigos, al tiempo de compartir un café. Para muchos que leen estas líneas debe parecerles que este artículo fue escrito a su medida, pero para otros, los que no tienen una vida tan complicada, pensarán que no hay excusas para no llamar, salir y compartir con las personas queridas.

Aunque parezca mentira, muchas veces esa persona nos da vueltas en la cabeza todo el día y esperando un momento de paz y tranquilidad, que propicie una conversación más o menos de calidad, se nos va, no solo un día, se nos pasan semanas y hasta meses. Lo mismo pasa con las parejas que conviven bajo el mismo techo, solo se hablan y se ven al salir cada uno a su trabajo o al llegar cada uno al hogar al final del día. Esos tienen esa gran ventaja, pero para otros es más difícil, y muchas veces el otro no entiende las muchas ocupaciones y complicaciones que esa persona debe enfrentar en el breve espacio de 24 horas.

En la vida de algunos se hace ley aquello de estar cerca cuando más nos necesitan, en esas circunstancias difíciles por las que atravesamos los seres humanos. Más de uno, en más de una ocasión al día piensa en llamar a la persona amada, a sus padres, hijos, hermanos, algún amigo, para solo decirles que los quiere y saber cómo están, pero no siempre puede hacerlo. Sin embargo, el amor que sentimos por ellos nos hace pensarlos todo el tiempo, nos lleva a querer escucharlos a cada instante, pero no siempre es posible. Yo he tenido que entender que aunque no escuche siempre las voces que quisiera escuchar al levantar mi teléfono, no quiere decir que ellos no me quieran y que no piensen en mí.

Por eso, siempre es bueno recibir y saludar con agrado cada llamada que nos hacen nuestros seres queridos, olvidar los reproches y valorar ese tiempo único y hermoso que nos tomamos, y que otros se toman para marcar nuestro número de teléfono para solo decir “hola”.

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