La nación dominicana ha escogido la democracia como sistema de gobierno para regir su Estado. Un gobierno civil, republicano, democrático y representativo, dividido en tres poderes fundamentales. Sus autoridades son elegidas por mandato del pueblo, mediante consultas electorales.La renovación del gobierno debe producirse cada cuatro años y la misma se articula a través de los partidos, agrupaciones y movimientos políticos, bajo la rectoría y organización de la Junta Central Electoral (JCE).

Para que se produzca ese proceso sistemático, sin traumas, es necesario que las fuerzas sociales no olviden que es imprescindible que esos instrumentos de participación política cumplan con las misiones instituidas. Para eso deben evitar que la corrosión, que se parece mucho a la corrupción, no los carcoma o los devore.

Lo que estamos diciendo no tiene que ver necesariamente con las discusiones para instituir una ley de partidos y actualizar la ley electoral. Tiene que ver con el ejercicio democrático en los términos que están previstos en la Constitución de 2010, que da vida al Estado dominicano.

A medir por el comportamiento de los políticos, parece que se han olvidado de sus deberes y obligaciones constitucionales, y actúan como si no entendieran que sus actos deben someterse a las normas, a la equidad y a la decencia.

El artículo 216 de la Constitución es muy claro al señalar que la conformación y funcionamiento de las organizaciones políticas deben sustentarse en el respeto a la democracia interna y a la transparencia, la participación de ciudadanos y ciudadanas en los procesos políticos, y contribuir, en igualdad de condiciones, a la formación y manifestación de la voluntad ciudadana, respetando el pluralismo político mediante la propuesta de candidaturas a los cargos de elección popular y servir al interés nacional, al bienestar colectivo y al desarrollo integral de la sociedad dominicana.

El liderazgo tradicional se ha olvidado de estos preceptos tan recientemente formulados. Y no actúa con el sentido de responsabilidad a que aspira la sociedad. Obra como si fuera amo del sistema. Pretende instituir a conveniencia, en descarado irrespeto a los derechos ciudadanos, de espaldas a la Constitución y al sentido profundo de la democracia.

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