La explotación de esos territorios insulares se realiza por grupos de comerciantes aliados con algún noble que era el encargado de obtener las concesiones reales oportunas. La colonización se llevó a cabo, al igual que en el continente, con la concesión de la propiedad de la tierra y derechos casi absolutos a un aristócrata, quien nombraba directamente al gobernador del lugar y al resto de las autoridades, preocupándose tan solo de recibir las rentas procedentes de las transacciones comerciales por la venta de los productos. (…)

La prosperidad de las islas tropicales provocó el incremento del flujo migratorio del último de los colectivos citados. Estos individuos concertaban con los propietarios de las plantaciones el pago de pasaje a cambio de trabajar en la hacienda por un período de tiempo que oscilaba entre cinco y siete años. Al cabo de los cuales quedaban libres para instalarse por su cuenta. [1]

Continuamos con el interesantísimo trabajo de José Antonio Escudero, historiador amigo de la República Dominicana. Afirma en su ensayo que al inicio del proceso colonial en el siglo XVII, el tabaco se convirtió en un atractivo para los contingentes humanos, a pesar de las privaciones existentes, tales como: escaso suministro alimenticio desde la metrópoli; imperiosa necesidad de importar sal y pescado desde Nueva Inglaterra y el tener que usar como dieta básica el maíz o mandioca.

Se calcula que a mediados del siglo XVII en Nevis, Saint Kitts y Barbados ya había unos 60 mil habitantes de raza blanca, una de las cifras más altas alcanzadas en las islas inglesas del Caribe. Este proceso se revirtió unos años después debido, entre otras cosas, a la migración hacia islas más grandes donde pudiesen cultivar la caña de azúcar, el producto de moda, que necesitaba extensos predios.

En materia de cultivo de azúcar, Barbados fue un modelo paradigmático, dice Escudero. En 1625, John Powell llegó a la isla cuando se desplazaba desde Brasil hasta Inglaterra y al pisar el suelo se dio cuenta de que era tierra fértil y prácticamente deshabitada. Dice Escudero que en su visita a San Cristóbal comentó el caso a Thomas Warner, y ese fue su fracaso. En efecto, este último logró que la corona lo nombrara Gobernador de cuatro islas que alegaba haber descubierto: San Cristóbal, Nevis, Montserrat y Barbados. Pero en el juego apareció otro interesado en Barbados: Courteen, quien había estado informado de la opinión de John Powell. Ni tonto ni perezoso, Courteen envió a un grupo de 80 colonos a Barbados. En 1628 había una población de 1,850 habitantes que luchaban por sobrevivir y con el sueño del progreso y bienestar que les traería el azúcar. En medio del proceso aparece otro interesado. Era la lucha del que más podía ganarse a la corona y fue Carlisle. Logró ser nombrado lord propietario de las islas del Caribe, despojando así a los hombres de Courteen. Así el último en aparecer, fue el que se quedó disfrutando de las bondades de la isla, que comenzó con el cultivo del tabaco y terminó con el azúcar. Tan grande fue el despojo del azúcar hacia el tabaco, que para 1660 las importaciones de azúcar de Inglaterra superaron a las del resto de productos coloniales. Como dice Escudero, “señal inequívoca de su importancia, tanto por su utilidad en la industria de la repostería, como por la complementariedad con otros artículos (café, té, chocolate) y su consumo por todos los estamentos sociales”.[2] Para 1636 la población aumentó. Se calcula que había unos 6,000 blancos y 6,400 negros. Cifra ésta que suponía un altísimo índice de ocupación del suelo para la época.

Pero no todo fue color de rosas. El cultivo del azúcar en las islas inglesas tenía la dificultad de necesitar abundante mano de obra que requería una alta demanda de alimentos. A principios se sirvieron de los prisioneros, pero cuando esta mano de obra escaseó, se importaron negros esclavos desde África. La demanda era tan grande que se calcula que para 1663 en Barbados habían llegado unos 50,000 esclavos. Lo peor es que esto presionaba la demanda de alimentos. El cultivo del azúcar que necesitaba grandes extensiones de tierra aniquiló poco a poco la agricultura de subsistencia.

El otro caso importante de la ocupación inglesa en el Caribe fue Jamaica. A diferencia de Barbados, los ingleses no llegaron por “accidente”, sino que fue un bien pensado plan estatal, que denominaban “El Proyecto Occidental”, que empezaría por la captura de Santo Domingo, pero falló y continuó con la captura de Jamaica por Venable en 1655. España intentó resistir, pero en 1660 tuvo que abandonar el territorio y no le quedó más remedio que reconocer la pérdida del territorio jamaiquino.

Los primeros colonos se dedicaron básicamente a cultivar algodón y cacao y a criar ganado. El azúcar fue introducido por migrantes de Barbados alrededor de 1664. Al principio hubo cierta resistencia al nuevo cultivo, pero la realidad se impuso. Jamaica no solo se metió en el comercio del dulce, sino que era el centro del comercio triangular de esclavos. Como afirma Escudero, “indudablemente Jamaica debe en parte su fama al comercio de esclavos, aparte los que quedaron en la isla trabajando en las plantaciones azucareras y contribuyendo a su desarrollo en el siglo XVIII, como base de la distribución hacia otras colonias americanas de los cargazones procedentes de África. Y no menos conocido es su cualidad de refugio de piratas y bucaneros, con una figura mítica: Henry Morgan, fiel ejemplo de las turbulencias de la vida en el Caribe, que de trabajador contratado en Barbados llegó a teniente de gobernador de Jamaica…”.[3]

Así, en medio de ese proceso Inglaterra se hizo dueña de Antigua y Barbuda, Barbados, Anguila, Bahamas, Dominica, Islas Turcas y Caicos, Jamaica, San Vicente y las Granadinas, Islas Vírgenes, Trinidad y Tobago. Se acabó el espacio.
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[1] Antonio Gutiérrez Escudero,
Colonización inglesa y francesa
en el Caribe durante el siglo XVII, Digital. Csic.es/bitsream/10261/
49774/1/Binder1.pdf. p. 795
[2] Ibidem, p. 802.
[3] Ibidem, p. 803.

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