Opta por una narrativa elíptica que establece perfiles de personajes, señalando sus funciones en el relato cómico. Efectivas técnicas como la de personajes contando a la cámara algunas partes de la historia – ¡puro arpón! –. Con arranque promisorio, elasticidad narrativa –de frágil cohesión – desarrolla una atmósfera que atiende a los tópicos del subgénero. Repite similitud con películas que suelen parecerse a hechos delictuosos planificados donde todo se reduce a coincidencias –en la vida real no ocurre con tanta frecuencia–. Películas repletas de coincidencias dan señales de artificios sospechosos. Es lo que se hace en RD: rellenar con acasos inverosímiles que se arman como clichés: palabrerío que confunde el buen diálogo con frases burlonas (muy efectivas con plateas inmersas en cloacas culturales). El guion carece de plataforma narrativa conexa. Para que se entienda, todo tiene una base, desde un soneto de Shakespeare, un merengue o una casa. Las escenas se llevan como resultado de una idea y no como una chanza a falta de base argumental, de un esqueleto, de una estructura con la que puedes dramatizar, ironizar o satirizar. Raymond y Miguel tienen eso innato que les permite crear diálogos picarescos, creíbles por más cantinflescos que sean, pero cuando no aparecen en escena se va la gracia. Aun así, consigue dar un show de comedia de situaciones jocosas, como consecuencia de una táctica para concebir un producto milimétricamente planificado para lograr resultados en la taquilla, obediente al establishment. En cuanto al empleo de comedias de ridiculización de cualquier intriga o situación social, desde ahí no es posible mostrar lo que es la cultura dominicana ni cualquier otra. Hay un instante pegajoso: el del protagonista que, enamorado, imitando tocar la güira, chapotea eufórico en la calle –recuerda la escena de Gene Kelly en ´Cantando bajo la lluvia´–. Por otro lado, se habla de la “universalidad” que se le quiso imprimir a la historia; no hay evidencia, pues no tienen claro que el enfoque amoroso en ambiente urbano debe representar los hábitos y neurosis urbanas de una sociedad cual que sea (escenas en ´tapones´ es un guiño). Si identificamos alguna “dominicanidad” (muy subjetivo), viene envuelta en recetas narrativas importadas. En cuanto a fotografiar paisajes creo que confunden cine con spot turístico. Y con respecto a lo de “calidad internacional” ya pasó de moda el alardear con tan pobres contenidos, es bueno saberlo. Tacharla de comedia romántica causa risa, sí, pero porque desconocen que debe causarla a partir de su substancia y el abordaje. Demasiada azúcar en ese colao.

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