Introducción

El tema de las venidas de Dios Padre, de Cristo o del Espíritu Santo es recurrente en las enseñanzas bíblicas y cristianas. No pasa de moda. Es siempre actual. Más aún: cada año en el periodo que precede a las celebraciones navideñas, durante cuatro semanas, tenemos presente dicho tema.

Recordemos que este periodo lo llamamos “Adviento”, definido como tiempo litúrgico de preparación para la Navidad, en el que se acentúa el tema de las venidas del Señor.

Sobre el mismo se me ha ocurrido presentarles textos de tres grandes maestros de la antigüedad, tres grandes doctores de la Iglesia de diferentes épocas y regiones: San Cirilo, siglo IV, de Jerusalén; San Efrén, siglo IV, de Siria; y San Bernardo, siglo XII, de Francia.

I
Las dos venidas
San Cirilo de Jerusalén, Obispo.
Vivió años 315-387.
Tomado de sus catequesis prebautismales # 15.
“En el Verbo divino, así como se dan dos nacimientos uno eterno de Dios – “e sinu Patris” – y otro temporal de María – “e Virgine natus”,- se dan también dos advientos o venidas: una sencilla en la fosquedad de una cueva de Belén y otra, gloriosa, al final de los tiempos. La meditación de San Cirilo se centra sobre esta segunda venida procurando, a la vez, mostrar el contraste entre ambas: la primera en la humildad de la carne, la segunda, al final de los tiempos, en la gloria, cuando todo será renovado”.

II
Estén preparados. Cristo vendrá nuevamente
San Efrén, diácono sirio,
Vivió años 306-373,
Tomado de su Comentario el Diatessaron.

“Para que los discípulos no le preguntaran sobre el tiempo de su venida, Cristo les dijo: Por lo que se refiere a aquella hora, nadie sabe nada; ni los ángeles del cielo ni siquiera el Hijo. No toca a vosotros conocer el tiempo y la ocasión. Lo ocultó para que estemos prevenidos y para que cada uno de nosotros piense que ello puede tener lugar en su propio tiempo. Pues si Cristo hubiera revelado el día de su venida, ésta se hubiera tornado un acontecimiento indiferente y ya no sería un objeto de esperanza para los hombres de los distintos siglos. Dijo que vendría, pero no dijo cuándo, y por eso todas las generaciones y épocas lo esperan ansiosamente.

Aunque el Señor estableció las señales de su venida, sin embargo, en modo alguno conocemos con exactitud su término; pues estas señales aparecen de muy distintas maneras y pasan, y algunas de ellas todavía perduran. Con la última venida pasará algo semejante a lo que pasó con la primera.

Así como los justos y los profetas esperaron al Mesías pensando que se había de manifestar en su tiempo, también hoy cada uno de los cristianos desea que llegue en sus propios días. Cristo no reveló el día de su venida, principalmente por esta razón: para que todos comprendieran que aquel a cuyo poder y dominio están sometidos los números y los tiempos no está sujeto al destino ni a la hora. Pero el que desde toda la eternidad había determinado este día y describió detalladamente las señales que lo precederían ¿cómo podía ignorarlo? Por eso con aquellas palabras invitó a considerar sus señales, para que, desde entonces y para siempre, las generaciones de todos los siglos pensaran que su venida podría acontecer en su tiempo.

Estad en vela, porque cuando el cuerpo duerme es nuestra naturaleza la que domina y obramos no guiados por nuestra voluntad, sino por los impulsos de nuestra naturaleza. Y cuando un pesado sopor, por ejemplo, la pusilanimidad o la tristeza, domina al alma, ésta es dominada por el enemigo y, bajo los efectos de ese sopor, hace lo que no quiere. Los impulsos dominan a la naturaleza y el enemigo al alma.

Por lo tanto, el Señor recomendó al hombre la vigilancia de todo su ser: del cuerpo, para que evitara la somnolencia; del alma, para que evitara la indolencia y la pusilanimidad, como dice la Escritura: Despertaos, como conviene; y: Me levanté y estoy contigo; y también: No desfallezcáis. Por eso, investidos de este ministerio, no sentimos desfallecimiento”.

III
Las tres venidas del señor
San Bernardo, sacerdote francés,
Vivió años 1090-1153,
Tomado de su Sermón # 5, en Adviento del Señor.

“Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquellas son visibles, pero ésta no. En la primera el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre los hombres, cuando -como él mismo dice- lo vieron y lo odiaron. En la última contemplarán todos la salvación que Dios nos envía y mirarán a quien traspasaron. La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación. En la primera el Señor vino revestido de la debilidad de la carne, en esta venida intermedia viene espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el esplendor de su gloria.

Esta venida intermedia es como un camino que conduce de la primera a la última. En la primera, Cristo fue nuestra redención; en al última se manifestará como nuestra vida; en esta venida intermedia es nuestro descanso y nuestro consuelo.

Pero, para que no pienses que estas cosas que decimos sobre la venida intermedia son invención nuestra, oye al mismo Señor: El que me ama guardará mi palabra; mi Padre lo amará y vendremos a fijar en él nuestra morada. He leído también en otra parte: El que teme al Señor obrará bien. Pero veo que se dice aún algo más acerca del que ama a Dios y guarda su palabra. ¿Dónde debe guardarla? No hay duda que en el corazón, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.

Conserva tú también la palabra de Dios, porque son dichosos los que la conservan. Que ella entre hasta lo más íntimo de tu alma, que penetre tus afectos y hasta tus mismas costumbres. Come lo bueno, y tu alma se deleitara como si comiera un alimento sabroso. No te olvides de comer tu pan, no sea que se seque tu corazón; antes bien sacia tu alma con este manjar delicioso.

Si guardas así la palabra de Dios es indudable que Dios te guardará a ti. Vendrá a ti el Hijo con el Padre, vendrá el gran profeta que renovará a Jerusalén, y él hará nuevas todas las cosas. Gracias a esta venida, nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Y, así como el primer Adán irrumpió en todo el hombre y lo llenó y envolvió por completo, así ahora lo poseerá totalmente Cristo, que lo ha creado y redimido, y que también un día lo glorificará”

CERTIFICO que los textos traídos por mí en mi trabajo “Las venidas de Cristo” son citas textuales de sus respectivos autores.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los doce (12) días del mes de diciembre del año del Señor dos mil diecisiete
(2017). l

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