Nacimos para ser buenos

Desde que existimos escuchamos que Dios nos creó a su imagen y semejanza. Que la idea del creador fue que viviéramos como hermanos, hijos de un mismo padre, que nos amáramos unos a otros, que diéramos a los demás aquello que queremos para nosotros.

Desde que existimos escuchamos que Dios nos creó a su imagen y semejanza. Que la idea del creador fue que viviéramos como hermanos, hijos de un mismo padre, que nos amáramos unos a otros, que diéramos a los demás aquello que queremos para nosotros.

Es decir, que de nosotros hacia los demás solo existieran buenos deseos, que nunca les hiciéramos a los otros lo que no deseábamos que los otros nos hicieran.

Partiendo de la concepción cristiana, fuimos creados para compartirlo todo, no ser egoístas, no causar daño ni dolor, no ofender ni lastimar, algo que dista mucho en la práctica.

En esencia, el ser humano nació para ser bueno, esto partiendo de que fue creado a la imagen y semejanza de un Dios magnánimo, amoroso, un padre capaz de aguantar el mayor de los sufrimientos con tal de redimir a su pueblo.

Sin embargo, si algo ha crecido de manera desmedida es la maldad de los seres humanos, al punto de deshumanizarlos. El egoísmo, la deslealtad, la falta de amor y agradecimiento nos ha vuelto fríos, indolentes e indiferentes.

A muchos, las desgracias ajenas les resultan indiferentes, “Total, si no es a mí, qué más me da”, aunque parezca mentira no pocos piensan así. Es incomprensible, que deseando para nosotros todo lo mejor y creer que merecemos todo, criticamos cuando alguna persona habla de sus aspiraciones y sueños.

Vivimos negándoles a los demás los mismos derechos por los que luchamos con uñas y dientes. Cuando alguien alcanza una meta, le restamos méritos a su logro y se lo atribuimos a “la buena suerte de algunos”, pero cuando somos nosotros o alguien de nuestro afecto quien ha conseguido algunos de sus objetivos, creemos merecer toda la atención, elogios y reconocimientos y ¡ay de aquel que ose cuestionar o restar valor a lo logrado!
Partiendo de que fuimos creados para ser buenos, nuestra conducta demuestra que en el camino, los seres humanos perdimos el rumbo. Quizás si cada uno de nosotros busca en su interior lo mejor que tiene para dar a los demás, si fomentamos la empatía, si de vez en cuando nos colocáramos en el lugar del otro, a lo mejor no sea muy difícil volver a nuestra esencia de buenos, o al menos, respetuosos de los demás.

Posted in Edición Impresa, Mi Tiempo, Opiniones

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas