Cuando se supo la lamentable noticia, las lágrimas llegaron hasta el tope del Monumento a los Héroes de la Restauración. Es imposible que exista mayor muestra de duelo por una muerte, con la salvedad de que los llantos estaban vestidos de serenidad.

Desde El Edén, madrina Benilda Llenas Vda. Herrera, rebosante de paz, contempla la misa de su propio cuerpo presente. Se observa a sí misma inerte en la iglesia de la Parroquia Corazón de Jesús ubicada en el Politécnico Femenino Nuestra Señora de las Mercedes de la ciudad de Santiago.

La imagino con su espíritu incansable, pensando en padrino Alejandro, su gran amor, con quien pronto estará al lado del Señor. La percibo acariciando con dulzura a sus nobles hijos: Luis, Miguel, Lourdes, Lissy, Chemilo y Giselle.

Y parece que desde su morada repasa su extraordinaria obra de servicio a Cristo y a la sociedad y lo que disfrutaba al preparar los manjares más exquisitos del paraíso. De repente, conjeturo, recuerda cuando llamaba por teléfono a mi madre y le decía: “Elsita, te paso a buscar para la reunión del Consejo Parroquial, avísale a Juanita”.

Pero, a la vez, la siento muy triste al ver la inmensa muestra de dolor de toda una comunidad que no asimila su partida. Y expresa con su agradable voz: “No me he ido y nunca lo haré; no lloren por mí, quiero que mi sonrisa los contagie, que mi corazón impulse sangre en el ánimo de cada uno de ustedes. Luchen para que en nuestra patria impere la justicia y la fraternidad y para que cada vez sean mejores personas. Disfruten los encantos de la vida con lo tanto que Dios les ha dado. En todo momento los acompañaré y cuando deseen o cuando perciban el olor de las flores, oraremos juntos, con nuestras almas entrelazadas, ustedes allá, yo algo más lejos, pero unidos hasta la eternidad”.

Hace semanas, con su gracia acostumbrada, nos contó lo siguiente: “Yo estaba conduciendo mi vehículo como tortuga y en eso alguien, al rebasarme, lo chocó y desprendió el espejo retrovisor. Le hice señas al chofer y se detuvo. Le iba a pedir que fuéramos a la AMET a declarar el accidente, pero cuando noté que se desmontaba un señor mayor que yo, solo atiné a manifestarle: ¡váyase tranquilo, dejemos eso así, que si este par de viejos se aparece donde la autoridad nos quitan la licencia de conducir a los dos!”.

Nuestro país, en especial Santiago, siempre tendrá a madrina Benilda en el más alto pedestal del decoro, del trabajo, de la solidaridad, del entusiasmo, de la alegría y del buen ejemplo dado.

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