Es un contrasentido negar la existencia de una crisis partidaria; eso es hacer como el avestruz. Aceptarla es la premisa para convertirla en oportunidad. Regularmente las crisis no son como se ven; pero, en medio de ellas se ve lo que no se quiere enseñar. Las más graves son las que se manifiestan en partidos gobernantes, puesto que pueden arrastrar al Estado.

Justamente, ahí reside la delicadeza del origen de esta tercera gran crisis, sucede gobernando. Desentrañar sus orígenes, que aunque parcialmente es consecuencia de las dos anteriores, ésta tiene su propia configuración.

Cuando se está gobernando se transfiere el control de la estructura partidaria, de manera espontánea, sin ser buscado, a manos del que gobierna. Se escuchan dos expresiones que se refieren a esa condición; una que dice: “Ellos son de quien sea el Presidente”; y la otra dicha así “¿que fulano se fue con mengano? ¡Yo se lo presté!”

Esto ocurre porque el Estado es el mayor generador de empleos, por ser quien mueve con su presupuesto la economía. El sector privado ha sido dinamizado desde el primer gobierno del PLD, por el desarrollo de políticas públicas para el crecimiento macroeconómico sostenido. Y es inevitable que en nuestros países el partido gobernante incluya en las funciones y empleomanía a buena parte de su membresía.

A esto se refieren politólogos latinoamericanos, cuando afirman que los “partidos gobernantes se esconden en el Estado”; hasta se llega a provocar una mezcla de roles entre el Estado y el partido, perturbando la relación partido-Gobierno. El control, empero, debe residir en su membresía, pero la ausencia de democracia interna e igualdad de oportunidades, castra los derechos de esa membresía para ejercerlo una élite partidaria que lo decide todo e impone por cooptación quiénes son sus dirigentes y sus candidatos electorales.

Esta crisis partidaria gobernando tiene su origen en el hecho de que quien tenía el control de la estructura apoyó a Leonel para 1996 y luego para 2004. Pero para el 2008 entendía que debía ser él mismo y no otro. Sin embargo, el partido escogió a Leonel, siendo la reacción de Danilo “me venció el Estado”. Obviamente, en su conceptulización política, él tenía el liderazgo partidario, no Leonel; entendió que era la figura predominante.

Cuando se ignoran, o no se prevén las circunstancias que rodean, tienen consecuencias y al errar se busca culpables. Concédanme recordar a Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”. No basta con tener méritos, formación, experiencia y fuerza organizada; se debe tener “sentido de oportunidad” o “timing”.
Entre las circunstancias que no fueron ponderadas, estuvo el diestro manejo de Leonel para superar la crisis económica interna y otra mundial, logrando “blindar la economía”; retomó el crecimiento sostenido de la macroeconomía hasta la fecha. Pudo ser un error desconocer la valoración de amplios sectores del país a la capacidad política demostrada.

Por demás, fue traumático para la membresía de la organización cuando salió del poder en el 2000; agravándose por las persecuciones judiciales contra algunos dirigentes; se evitaba ese riesgo.

No reelegir a Leonel era desconocer circunstancias y caer en maniqueísmo, saltando de un extremo a otro, sin puntos intermedios. El proceso político es ondulante y debe tenerse la destreza de verlo mover.
(Sigue este tema)

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