“Aprender a vivir con la pena y el dolor es nuestra meta, así como encontrarle un sentido al sufrimiento, lo que requiere tiempo, fortaleza, voluntad y personas que nos acompañen y comprendan. El camino es largo, pero si damos la batalla nos encontraremos a mitad de camino de nuestra recuperación. Nuestros hijos muertos nos ofrecen la posibilidad de acceder a un mundo nuevo y a una vida nueva. Ellos son nuestros Maestros y a través de ellos podremos liberarnos de nuestras programaciones, ataduras, de nuestros egoísmos, para renacer con la mirada abierta y el corazón abierto a los que sufren, a los débiles, a los que lloran”. Susana Roccatagliata, Un hijo no puede morir. Luz para padres que perdemos hijos.

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