El dinero es una maravillosa invención que se usa para el intercambio de bienes y servicios. Cuando el dinero no existía, las tribus utilizaban el trueque (siete libras de arroz a cambio de un pavo), pero esto traía muchos problemas operacionales. El dueño del pavo tenía que llevarlo donde el dueño del arroz. Y se tenía que dar una coincidencia perfecta de necesidades. Si hoy día fuese así, el médico tendría que esperar que al dueño de un restaurante le doliese la garganta, para poder ir a almorzar. Una verdadera pesadilla.
No es necesario que el billete que se use como dinero tenga ningún valor en sí mismo. La gente no lo usa porque le sirva para algo, que no sea comprar las cosas que necesita. La clave de su valor reside en “la confianza de que va a ser aceptado por otros”.
Aunque no tenga valor intrínseco, el dinero sí tiene la propiedad mágica de transformar cosas: el servicio de un médico en el alquiler de su casa, los tomates en pasteles, y los panes en café. Y promueve indirectamente la cooperación entre personas que ni siquiera se conocen: el que cultiva los tomates y el pastelero, por ejemplo.
A pesar de su magia, el dinero no sirve para almacenar valor. Si nuestros abuelos hubiesen guardado 1,000 pesos hace 65 años, hubiesen tenido hoy los mismos 1,000 pesos. Pero en aquel entonces hubieran podido comprar un carro de lujo, y hoy día apenas les alcanzaría para lavarlo.
Esos 1,000 pesos hubiesen perdido prácticamente todo su poder adquisitivo, por el aumento de los precios de los bienes y servicios en todos esos años.
Tampoco se puede decir que mientras más dinero haya en la economía, mejor sería. Muy al contrario. Si a alguien se le ocurriese imprimir billetes sin control y repartirlos, crearía una especie de confusión: todo el mundo se creería más rico, y saldría a comprar de todo. El exceso de demanda aumentaría todos los precios y el dinero perdería respetabilidad y aceptación. Por eso existen instituciones monetarias en los países. Para controlar su fabricación y evitar que ese tipo de cosas pasen. A veces, sin embargo, hacen un poco de trampa, y se benefician de la confusión.
