Estamos convencidos del poder y la fuerza de la Palabra, para bien o para mal. Sobre todo la Palabra de Dios, cuando no es manipulada y se predica y comunica fielmente. Más aún: todo se hizo por la Palabra. Nada se hace sin la Palabra (véase el Evangelio de Juan, Cap. 1). Todo comienza y se continúa por la Palabra. La Palabra alegra, entusiasma, da vida; también entristece, deprime y mata. Ella bendice y maldice. En Dios la Palabra siempre da luz y vida; en el diablo engaña y mata; en el ser humano unas veces se parece a la de Dios, otras veces a la del diablo. Según pruebas científicas avaladas por un equipo de japoneses, el agua bendecida por la Palabra del Sacerdote se transforma, tiene poder y se torna a su vez bendecidora; el agua maltratada por las palabras de los circundantes se daña y hace daño.

En este contexto me ha parecido útil recoger aquí himnos y poemas en torno a la Palabra, que la Iglesia utiliza en su liturgia diaria.

I
El sol de su Palabra

“Primicias son del sol de su Palabra las luces fulgurantes de este día; despierte el corazón, que es Dios quien llama, y su presencia es la que ilumina.

Jesús es el que viene y el que pasa en Pascua permanente entre los hombres, resuena en cada hermano su palabra, revive en cada vida sus amores.

Abrid el corazón, es él quien llama con voces apremiantes de ternura; venid: habla, Señor, que tu palabra es vida y salvación de quien la escucha”.

(Himno Oficio de lectura, Domingo Primera y Tercera Semanas del Tiempo Ordinario)

II
La Palabra y el designio salvador

“Alabemos a Dios que, en su Palabra, nos revela el designio salvador, y digamos en súplica confiada: “Renuévame por dentro, mi Señor”. No cerremos el alma a su llamada ni dejemos que arraigue el desamor; aunque dura es la lucha, su palabra será bálsamo suave en el dolor.

Caminemos los días de esta vida como tiempo de Dios y de oración; él es fiel a la alianza prometida: “Si eres mi pueblo, yo seré tu Dios”. Tú dijiste, Jesús, que eras camino para llegar al Padre sin temor; concédenos la gracia de tu Espíritu que nos lleve al encuentro del Señor. Amén.

El día del Señor, eterna Pascua, que nuestro corazón inquieto espera, en ágape de amor ya nos alcanza, solemne memorial en toda fiesta.

Honor y gloria al Padre que nos ama, y al Hijo que preside esta asamblea, cenáculo de amor le sea el alma, su Espíritu por siempre sea en ella. Amén”.

(Himno Oficio de Lectura, Marte I y III Semanas del Tiempo Ordinario).

III
Escuchar tu Palabra deseamos

“Con entrega, Señor, a ti venimos, escuchar tu palabra deseamos; que el Espíritu ponga en nuestros labios la alabanza al Padre de los cielos.

Se convierta en nosotros la palabra en la luz que a los hombres ilumina, en la fuente que salta hasta la vida, en el pan que repara nuestras fuerzas; en el himno de amor y de alabanza que se canta en el cielo eternamente, y en la carne de Cristo se hizo canto de la tierra y del cielo juntamente.

Gloria a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo, el Señor Jesucristo, nuestro hermano, y al Espíritu Santo, que, en nosotros, glorifica tu nombre por los siglos. Amén”.

(Himno Oficio Lectura, Miércoles I y II Semanas del Tiempo Ordinario).

IV
Palabra esplendorosa

“Con gozo el corazón cante la vida, presencia y maravilla del Señor, de luz y de color bella armonía, sinfónica cadencia de su amor.

Palabra esplendorosa de su Verbo, cascada luminosa de verdad, que fluye en todo ser que en él fue hecho imagen de su ser y de su amor.

La fe cante al Señor, y su alabanza, palabra mensajera del amor, responda con ternura a su llamada en himno agradecido a su gran don.

Dejemos que su amor nos llene el alma en íntimo diálogo con Dios, en puras claridades cara a cara, bañadas por los rayos de su sol.

Al Padre subirá nuestra alabanza por Cristo, nuestro vivo intercesor, en alas de su Espíritu que inflama en todo corazón su gran amor. Amén”.

(Himno Oficio de Lectura, Sábado I y III Semanas del Tiempo Ordinario)

V
La Palabra cincel y recreación

“Señor, tú que llamaste del fondo del no ser todos los seres, prodigios del cincel de tu palabra, imágenes de ti resplandecientes.

Señor, tú que creaste la bella nave azul en que navegan los hijos de los hombres, entre espacios repletos de misterio y luz de estrellas.

Señor, tú que nos diste la inmensa dignidad de ser tus hijos, no dejes que el pecado y que la muerte destruyan en el hombre el ser divino.

Señor, tú que salvaste al hombre de caer en el vacío, recréanos de nuevo en tu Palabra y llámanos de nuevo al paraíso.
Oh Padre, tú que enviaste al mundo de los hombres a tu Hijo, no dejes que se apague en nuestras almas la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén”.

(Himno Oficio de Lectura, Sábado I y III Semanas del Tiempo Ordinario)

VI
En el principio, tu Palabra

“En el principio, tu Palabra, antes que el sol ardiera, antes del mar y las montañas, antes de las constelaciones, nos amó tu Palabra.

Desde tu seno, Padre, era sonrisa su mirada, era ternura su sonrisa, era calor de brasa. En el principio, tu Palabra.

Todo se hizo de nuevo, todo salió sin mancha, desde el arrullo del río hasta el rocío y la escarcha; nuevo el canto de los pájaros, porque habló tu Palabra.

Y nos sigues hablando todo el día, aunque matemos la mañana y desperdiciemos la tarde, y asesinemos la alborada. Como una espada de fuego, en el principio, tu Palabra.

Llénanos de tu presencia, Padre; Espíritu, satúranos de tu fragancia; danos palabras para responderte, Hijo, eterna Palabra. Amén”.

(Himno Oficio de Lectura, Lunes II y IV Semanas del Tiempo Ordinario).

VII
La Palabra, espada de dos filos

“¡Espada de dos filos es, Señor, tu Palabra! Penetra como fuego y divide la entraña. ¡Nada como tu voz, es terrible tu espada! ¡Nada como tu aliento, es dulce tu Palabra!

Tenemos que vivir encendida la lámpara, que para virgen necia no es posible la entrada. No basta con gritar sólo palabras vanas, ni tocar a la puerta cuando ya está cerrada.

Espada de dos filos que me cercena el alma, que hiere a sangre y fuego esta carne mimada, que mata los ardores para encender la gracia.

Vivir de tus incendios, luchar por tus batallas, dejar por los caminos rumor de tus sandalias.¡Espada de dos filos es, Señor, tu Palabra! Amén”.

(Himno Oficio de Lectura, Martes II y IV Semanas del Tiempo Ordinario)

VIII
Tú eres la Palabra

“Señor, ¿a quién iremos, si tú eres la Palabra?

A la voz de tu aliento se estremeció la nada; la hermosura brilló y amaneció la gracia.

Señor, ¿a quién iremos, si tu voz no nos habla?

Nos hablas en las voces de tu voz semejanza: en los goces pequeños y en las angustias largas.

Señor, ¿a quién iremos, si tú eres la Palabra?

En los silencios íntimos donde se siente el alma, tu clara voz creadora despierta la nostalgia.

¿A quién iremos, Verbo, entre tantas palabras? Al golpe de la vida, perdemos la esperanza; hemos roto el camino y el roce de tu planta.

¿A dónde iremos, dinos, Señor, si no nos hablas?

¡Verbo del Padre, Verbo de todas las mañanas, de las tardes serenas, de las noches cansadas!

¿A dónde iremos, Verbo, si tú eres la Palabra? Amén”.

(Himno del Oficio de Lectura, Jueves II y IV Semanas del Tiempo Ordinario)

IX
Tu Palabra es mi sendero
“A caminar sin ti, Señor, no atino; tu palabra de fuego es mi sendero me encontraste cansado y prisionero del desierto, del cardo y del espino.

Descansa aquí conmigo del camino, que en Emaús hay trigo en el granero, hay un poco de vino y un alero que cobije tu sueño, Peregrino.

Yo contigo, Señor, herido y ciego; tú conmigo, Señor, enfebrecido, el aire quieto, el corazón en fuego.

Y en diálogo sediento y torturado se encontrarán en un solo latido, cara a cara, tu amor y mi pecado. Amén”.

(Himno del Oficio de Lectura, Sábado II y IV Semanas del Tiempo Ordinario)

X
Palabra eternamente pronunciada
“Verbo de Dios, eterna luz divina, fuente eternal de toda verdad pura, gloria de Dios, que el cosmos ilumina, antorcha toda luz en noche oscura.

Palabra eternamente pronunciada en la mente del Padre, ¡oh regocijo!, que en el tiempo a los hombres nos fue dada en el seno de Virgen, hecha Hijo.

Las tinieblas de muerte y de pecado, en que yacía el hombre, así vencido, su verdad y su luz han disipado, con su vida y su muerte ha redimido.

Con destellos de luz que Dios envía, no dejéis de brillar, faros divinos; de los hombres y pueblos sed su guía, proclamad la verdad en los caminos. Amén”.

(Himno del Oficio de II Vísperas para Doctores de la Iglesia).

Conclusión
CERTIFICO que los diez poemas, recogidos por mí en mi trabajo Poemas sobre la Palabra, están todos en la Liturgia de las Horas de la Iglesia y los he citado textualmente.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los treinta y uno (31) días del mes de enero del año del Señor dos mil dieciocho (2018). l

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