Santo Domingo romántico, de antes: La Mella (1)

En la infancia, los lugares son referentes que asumimos eternos e imperecederos. Algunos lo son, como los parques, a pesar de las transformaciones que sufren en el tiempo,

En la infancia, los lugares son referentes que asumimos eternos e imperecederos. Algunos lo son, como los parques, a pesar de las transformaciones que sufren en el tiempo, por requerimientos urbanos, por paisajismo o por caprichos de gobernantes y allegados, como sucedió cuando Trujillo. Los comercios y negocios son cambiantes y aunque forman parte de nuestros recuerdos, se instalan, florecen y desaparecen como si fueran seres vivos. Lo único permanente es el cambio, reza una máxima universal. Sin embargo, las arterias comerciales tienen una fascinación particular para niños y anclan su memoria a recuerdos indelebles, que se suceden, nada más evocarles. El Santo Domingo romántico de fines de la década del 40 y la del 50, cuando la dictadura ejercía un control hasta del pensamiento criollo, concurre a ese llamado y hoy, la avenida Mella, con su bullanguero ajetreo y agitado movimiento humano. La Bomba de Calamidad, en su esquina con la 30 de Marzo, lugar de donde salían los carros públicos hacia el Cibao. Enfrente Nassin J. Diná, Repuestos Ulloa. También, la Farmacia Mella y su filosófico propietario, la Casa Padilla y sus Ray Ban, el Restaurant de Mario Malagón, Guerrero y Mieses, con sus bicicletas y acordeones y bandoneones Honner y en el segundo piso la clínica del Dr. Luis ¿?. En la Emilio Prud’Homme, los Corripio. Los Bomberos del DN, con sus vistosos carros rojos y su reliquia del año de la nana, desde donde salía el desfile de los Santos Reyes. Polanco Radio, con agujas para “picó”, tubos y todo cuanto tenía que ver con la electrónica de entonces. La Casa de los Cuadritos y su extenso surtido de útiles deportivos. Al lado El Pájaro Azul con juguetes que hacían la delicia de niños curiosos y “ponemanos” como yo. La Maravilla de Dindo, con su amplio contenido de zapatos de todo precio. Grullón Radio competía, con Polanco en cuanto a piezas para radio, con una tienda más pequeña. Casa Vitienes, almacén de productos importados y criollos representante del Whiskey Queen Anne. Bartolo Primero con su tienda de discos y negocio de alquiler de “belloneras”. En la esq. Santomé, González Cuesta con un colmado-almacén que más tarde se convertiría en el Super Mercado Nacional. Paliza y su torrefacción de café y el servicio directo al público. El Mercado Modelo cuando era verdadero centro de acopio y venta de frutos, productos, carnes, vegetales y las cosas de la época, antes de ser “Gift Shop” para turistas. La Ferretería Piña, con su venta de maderas y al lado el teatro Apolo, con variada cartelera, desde aventuras hasta las pocas películas “calientes”. Más tarde el Lido, situado un poco más adelante, lo desplazó con una amplia cartelera pornográfica de largo alcance. La tienda La Innovación, pasado el tiempo, se estableció en esa arteria especializándose en movimiento de aire y los KDK. La Ferretería Americana con su novedosa y amplia existencia.

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