Las sugerencias de política económica de los organismos internacionales muchas veces desconocen la realidad de los países, no sólo depende de la visión de quienes los dirigen localmente, es mucho peor cuando ordenan estudios a economistas que realmente no entienden lo que es competir en condiciones desiguales y son más que conocidos por sus posiciones contra la industria local, llámese ésta manufactura, turismo o zonas francas.

Pocas semanas atrás, en este mismo diario, un economista proponía que el sector turístico fuera estatizado para pagar la deuda externa.

Es el mismo Banco Mundial no otro, el que no hace mucho tiempo, al referirse al régimen de zonas francas en nuestro país decía: “República Dominicana es un reconocido éxito del uso de las Zonas Francas en las Américas y el desarrollo y proceso de diversificación que lo ha caracterizado durante los últimos años, son un ejemplo de éxito”.

El Presidente Danilo Medina también ha expresado su satisfacción por el crecimiento, diversificación y más importante, un tema que le preocupa mucho, la generación de empleos de las zonas francas. En la actualidad, el sector genera 163,147 empleos y ya se acerca a 6,000 millones de dólares el monto exportado.

El estudio del Banco Mundial refiere que el gasto tributario de las zonas francas ha pasado de un 3.9% en el 2011 a un 20% en el 2018. El gasto tributario es una estadística muy cuestionada y en el caso de las zonas francas el incremento reportado es de 1,029%. De ser ciertas estas estadísticas nuestra economía estaría en pleno empleo y todos nuestros problemas sociales resueltos.

Estos números no sólo difieren de la realidad, sino que el estudio le hace un enorme daño al país, ya que aleja la inversión, al pretender crear condiciones diferentes a las demás zonas francas a nivel mundial.

Análisis realizados por otros economistas, aportan datos que por cada RD$100 de incentivo, las zonas francas generan al Estado RD$500 y su aporte bruto en el 2014 superaba los 112,000 mil millones de pesos contra un gasto tributario de 24,000 mil millones.

Las zonas francas generan empleos formales, en su mayoría mujeres, que son entrenadas no en la fabricación de espejitos y muñecas, sino en costura de prendas, fabricación de aplicaciones médicas, joyerías y en productos tecnológicos que agregan un valor agregado mucho mayor y beneficio a la economía.

¿No le basta al Banco Mundial la experiencia de Puerto Rico? La quiebra de este querido país empezó cuando las mismas teorías decidieron que era costoso para la economía puertorriqueña mantener los beneficios de los fondos 936 y que su aporte a la economía era definido como un espejismo económico.

Su derogación terminó no en espejismo, sino en una crisis para la economía de ese país que de generar miles de empleos y beneficios en una impresionante industria farmacéutica, sus parques industriales se convirtieron en desiertos y mucho del talento de la isla emigró a Estados Unidos, gracias a que por su condición de Estado Libre Asociado todos los puertorriqueños son ciudadanos norteamericanos.

El estudio además está desactualizado, la eficiencia de la Dirección de Impuestos Internos ha cambiado drásticamente el uso de la tarjeta de exención de ITBIS, limitándola, como debe ser, sólo al uso de los bienes y servicios que inciden directamente en la producción de las empresas de zona franca.

Los Estados Unidos han aprobado una reforma fiscal que presentará enormes desafíos y los países no quieren perder empleos y buscan mejorar sus balanzas comerciales. Lo vemos en Centroamérica, en especial Nicaragua, y mientras aquí hacemos estudios en contra de las zonas francas, estos países les ofrecen facilidades importantes.

La credibilidad de un organismo como el Banco Mundial se ve comprometida cuando los estudios son ordenados a los que por años han detractado la producción en nuestro país y deben de tener cuidado para no caer en el error del refrán que dice “dime con quién andas y te diré quién eres”.

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