Y ahora vuelvo a preguntar: ¿Cuándo el Yuna readquirirá su perdida mayúscula, y el Hatillo volverá a ser un hato de peces transparentes, y Nizao dejará de ser sinónimo de arena, y volverá a cantar el querebebé en los bajos del Yaque del Norte, y la paloma coronita volverá a poblar los amaneceres del Este, y el Yaque del Sur dejará de arrastrar el terrar de las lomas peladas? ¿Cuándo este país volverá a ser sinónimo de verde y agua? (Perdónenme, pero cuando me dicen con insólita alegría que ya somos una “República Digital”, sólo pienso en la tierra seca de un país roto que se nos escurre entre los dedos).

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