Señor director: Últimamente, en los medios de comunicación, se ha calentado el tema de la migración haitiana y más aun luego del nombramiento de un cónsul en Anse-à-Pitre, Haití que ha sido señalado como traficante de personas y como la cabeza de un consulado clandestino.

Esta designación no es más que una nueva señal de que el Gobierno dominicano no está interesado en resolver el grave problema haitiano que nunca ha sido un problema para ese país, sino un grave problema para el pueblo dominicano.

Se han gastado millones y millones de pesos, de los recursos de este pueblo, en un proceso de regularización que no da viso de que va a contribuir con la solución de los problemas que está generando la migración irregular e ilegal de haitianos hacia la República Dominicana.

El Gobierno no se ha detenido a evaluar las causas y consecuencias que trae este incontrolable trasiego de haitianos hacia territorio dominicano.

Son consecuencias: el problema de salubridad, el ambiental, el de la seguridad ciudadana, el desplazamiento de muchos dominicanos en la economía informal y, por qué no, el del irrespeto a nuestros valores patrios de algunos desaprensivos haitianos, a través de las redes sociales.

Ahora bien, eso es hasta un día y cuando llegue ese día será muy difícil de resolver este grave problema.

Creo que los dominicanos, si no se deciden a enfrentar con sus propias manos esta situación, serán los propios haitianos, y esto sí es peligroso, los que tendrán que reclamar, derechos, salubridad, empleos, seguridad, su legalización y mejores condiciones de vida.

Desde hace algún tiempo se está dando una situación en la que los mismos haitianos están presionando a empresarios dominicanos, a hospitales, así como al Gobierno para la agilización del proceso de regularización y, por qué no, en un tiempo no muy lejano, esa presión podría constituirse en una fuerza capaz de provocar situaciones inmanejables.

Otro caso es el de empresarios que están contratando a extranjeros ilegales, en su mayoría haitianos, cuando hay en el país más de dos millones de extranjeros residiendo legalmente y buscando afanosamente trabajo o mejores condiciones de vida.
Esos mismos haitianos que han cumplido con la ley o requisitos de la regularización se quejan y presionan para que se les contrate para un trabajo, esto ante la contratación de ilegales o personas que no están regularizadas.

Mucho se habla de las condiciones de insalubridad, de los abusos al medio ambiente, de los millones y millones de pesos que gastan los hospitales públicos atendiendo a miles y miles de haitianos que, sin lugar a equívoco, están afectando o menguando el nivel de atenciones para los dominicanos. Lo más aconsejable es comenzar ahora a enfrentar esta problemática y no esperar a que sean los mismos haitianos los que se levanten, en pie de lucha, ya sea desde el territorio dominicano como desde la república de Haití o desde ambos a la vez y que esta lucha no se constituya en trastornos sociales de imprevisibles consecuencias para nuestra isla.

Una de esas consecuencias, ante el dormir de muchos dominicanos, y sin ánimos de ser alarmista o caja de resonancia de predicciones nefastas, es la unificación de la isla.
José Díaz Nin
Ciudadano

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