No piense el lector que se encontrará con una novela religiosa en la recién publicada por la escritora Ynoemia Villar, dominicana nacida en Baní con toda una vida en Nueva York, que ahora está de vuelta entre nosotros. Ni siquiera sigue la línea de otros narradores que abordaron la temática bíblica, como los novelistas Marcio Veloz Maggiolo y Ramón Emilio Reyes, quienes lo mismo que Juan Bosch en sus ensayos sobre el Rey David y Judas Iscariotes se apegan a los relatos de las Sagradas Escrituras. Si alguna cercanía pudiera observarse es con Poncio Pilatos: El primer pragmático de nuestra Era, de Richard Martínez, por recurrir a las fuentes apócrifas para la reconstrucción de personajes determinantes en el mundo religioso de Occidente.

La prosista Villar, en Yo, María, La Virgen, pone en boca de la madre de Jesús toda una “historia” en la que describe como cosa de humano el origen de su mesianismo, en tanto que su divinidad se habría construido entre sacerdotes y príncipes de Judea tras el inesperado embarazo de la doncella, en lo que ángeles y arcángeles jugarían su papel como lo hicieran desde la antigüedad hebrea con Sarah, mujer de Abraham y Ana, la madre del profeta Samuel, hasta llegar a la madre de María, casada con Joaquín e Isabel, progenitora de Juan el Bautista, para finalmente concluir con la maternidad del Maestro de Galilea.
El príncipe José de Arimatea se convierte en personaje central, siempre pendiente de la suerte de Jesús desde el momento que cae en el vientre, durante la matanza de los niños por Herodes en su persecución, la huida a Egipto junto a la Virgen y José el Carpintero, su “padre terrenal”, hasta que ya convertido en maestro, sobrevive a una crucifixión y se marcha a otra comarca.
Ojalá que esta novela del sello Santuario, digna de estudio, no sea víctima de una conspiración del silencio por parte de los cánones arbitrarios impuestos por la falsa literatura dominicana.

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