El Estado brinda educación y la gente se escolariza, pero no aprende. Ese es el diagnóstico de nuestro sistema educativo, lo cual es también el caso, según el Banco Mundial, de muchos otros países de ingreso medio o bajo, un fracaso económico y moral. Ahora estamos embarcados desde hace cinco años en la oficialmente llamada revolución educativa, invirtiendo el 4% del PIB en educación. Se han construido nuevas escuelas, se tiene ahora tanda extendida y se han mejorado sustancialmente los salarios de los docentes. Es alentador entonces que el organismo multilateral diga en su informe de Desarrollo Mundial 2018, que nuestro país está bien posicionado para mejorar el sistema educativo y superar la crisis del aprendizaje. Esperemos, siendo optimistas, ver diferentes resultados.

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