Algo así como “la última bandera”. Es Navidad del 2003, USA. Recrea memorias felices y amargas de tres veteranos (¿o sobrevivientes?) de la guerra de Vietnam, en un instante de sus vidas en el que juntos sepultan el cadáver del hijo de uno de ellos, muerto mientras participaba en la invasión de los marines en Irak. Tenemos en cuestión la guerra de Vietnam y la actual del Medio Oriente. Y parecería que vamos a asistir a una crítica honda, pero no, se queda a mitad de camino con el final patriotero. Al ser un tema enmarañado y de extrema actualidad merecía un tratamiento perspicaz con un final disímil al anodino que exhibe (aunque emotivo, justo hay que reconocer para sus fines de emocionar plateas nacionalistas). Su soporte ideológico es muy obvio al trazar alusiones sarcásticas al ejército, cuando en realidad sus bocas de fuego se dirigen a las decisiones absurdas de los gobiernos. Interpretados por tres veteranos actores que salvan las debilidades de los personajes por la obvia falta de rumbo del filme, probablemente por la inercia narrativa de un guión que, presumimos, malogró profundidad conceptual y artística. Produce decepción en esos momentos en los que esperamos la profundidad vivencial de cada uno de estos personajes, pero la entrega a un rango fiestero con momentos de humor nos desliza hacia un filme mitad comedia y mitad drama.
Por supuesto, el resultado funciona para grandes plateas, pero boicotea su obvia intención de crítica justa a ese bandolerismo belicoso. Entonces, todo queda en sagaces clichés. El director guionista Richard Linklater (Boyhood, 2014), logra mantener a flote la historia manida gracias a una estructura road-movie y buddye-movie (dos o más protagonistas con personalidades diferentes que desarrollan fuerte empatía durante toda la trama). Nos presenta así una dinámica seductora con eficientes personajes interpretados por el exuberante Bryan Cranston (Breaking Bad) al lado del solemne Laurence Fishburne (The Matrix, 1999) y Steve Carell (The Office, 2005) que impresiona con su originalidad (la escena en el tren contando sus vivencias en Vietnam es antológica). La dirección de arte y el diseño de producción son acentuados por una cámara que procura primeros planos combinados con planos de grupo conversando como si tal cosa, mientras desarrolla la dinámica de la discrepancia entre creer o no en Dios. Un truco que le funciona a las mil maravillas, a falta de profundizar en los funestos efectos de las guerras que cita.

HH HH Género: Drama antibélico. Duración: 125 minutos

Posted in Crítica Cine

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