Un par de semana atrás, el periodista, embajador, amigo y escritor -de prosa impecable-, Aníbal De Castro, escribió, en su columna sabatina -Diario Libre-, un texto profundo -una suerte de entendimiento o ensayo catártico-psicosocial- sobre la confesión que, hace poco, hizo el escritor Junot Díaz -Premio Pulitzer 2008- donde anunció que fue violado cuando apenas tenía ocho años. Tal confesión, cruda y valiente, se aproxima, en desgarramiento, a la que narró el extinto Nobel-1999 de Literatura Günter Grass que, en su autobiografía “Pelando la cebolla”, confesó, primero, su militancia en las filas de las Juventudes Hitlerianas -en el frente de batalla, donde siquiera un punto de mira intentó-; o más desgarrador, el drama “…abajo en el sótano o en algún otro lugar del piso, donde cuántas veces fue violada [su madre] por los soldados rusos”.

Y como si fuera poco o cascada, nos llegan ahora las noticias-denuncias de que Junot, “arrinconó” y “besó”, sin consentimiento alguno, a una escritora, Zinzi Clemmons; e igual dos más -por supuesto “abuso verbal y misoginia”-: Carmen María Machado y Mónica Byrne.

Queda pendiente o en suspenso, si aparecerán más supuestas víctimas de una figura pública que hasta hace poco se proyectaba -por sus obras, casi de orfebrería, literarias e irreverencia escritural (para algunos insultantes o de mal gusto, mientras que para otros, simplemente, polémico, sarcástico e irreverente)- como un escritor vital-universal.

Sin embargo, contrario a otras figuras públicas -de la política y el arte-, el escritor, ha confesado y hecho público su infierno-trauma y ha colgado, a través de su agente literario, que “Asumo la responsabilidad de mi pasado” y que “…se debe enseñar a los hombres sobre el consentimiento y sus límites”.

No quiero hacer de abogado del diablo -¡Dios me libre!-, ni lavar pecados ajenos (en caso, de resultar ciertas las reprochables acusaciones que penden sobre su reputación de ciudadano, académico y escritor), pero me parece que este Junot Díaz que se nos revela-desnuda, independientemente de cuál sea su suerte o calvario en lo adelante, como un ser, a pesar de todo, más responsable y humano, en su condición de víctima y supuesto victimario -de “conductas inapropiadas”-, que el ex director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, y que “Aquellos enfermos que nos gobernaron”, de Pierre Accoce y Pierre Rintchnick, pues, el primero, jamás confesó, y los otros (Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, Churchill, Roosevelt, Kennedy, entre otros), se llevaron, a la tumba, sus loqueras, crímenes, megalomanías u enfermedades. O peor aún, que muchos de ellos fueron -y siguen siendo- nuestros héroes.

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