Recibí un correo de una señora, quien me pide que le oriente acerca de la agresión de género con un vecino. Ella, quien vive con su hija de 13 años, tiene esta problemática desde hace alrededor de cinco años; inclusive, ha ido a la fiscalía, y le han puesto dos órdenes de alejamiento. No obstante, principalmente por ser una madre sola como ella sostiene, no ha cesado en amenazas de manera constante, hasta con arma de fuego. Narra que, al llamar la atención a un hijo de éste, fue agredida físicamente; y a su hija, en más de una ocasión, le ha agredido de manera verbal, lo que ha traído como consecuencia una angustia y miedo permanente, que no quiere ni salir sola fuera de la casa. Casos como este se han vuelto comunes en la cotidianidad de muchas familias, quienes, aparte de las situaciones que uno debe de manejar dentro del hogar, tienen la carga emocional de la aprehensión de su persona más cercana, que es su vecino. Yo, en particular, tengo una de mis mejores amigas, médico, con trabajo hasta las 8:00 de la noche, quien desde hace años mantenía una situación insoportable con una vecina; a tal punto, que un día cualquiera, hace un tiempo no lejano, subió a su apartamento de manera abrupta, agrediéndola también físicamente. Tanto es así que, después de haber buscado ayuda y no poder controlar la situación, a su vivienda, que con esfuerzo desde hace más de 15 años ha estado pagando, tuvo al final que colocarle un “SE VENDE”. También han aparecido escándalos de prensa, con pérdidas de vida en sectores de clase alta, por estériles discusiones; a veces, hasta por un simple parqueo.

Les quiero dejar como reflexión la siguiente cita bíblica: “… Más vale vecino cercano que hermano lejano.” (Proverbios 27:10)
Hoy, en “las islas” que nos hemos convertido, es orgullo decir todo lo contrario. Es común escuchar: “No conozco siquiera al que vive al lado”, “Ni me sé el nombre del vecino” y otras expresiones similares. ¿Cómo está tu relación con aquel que tienes tan próximo como uno de tu familia?, ¿A veces viras el rostro para no tener siquiera que saludar?, o inversamente, ¿Te detienes un momento para tener la oportunidad de sencillamente mirarle y sonreírle?

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