“La diplomacia y el canto no son incompatibles”

Enrique Pina cuenta con una amplia trayectoria artística en el mundo operático, la cual ha desarrollado paralelamente con su otra pasión: la diplomacia. Ambas facetas son inseparables para este reconocido artista que ha llevado el nombre de la República Dominicana a escenarios de gran prestigio en el mundo.

Desde hace muchos años, su canto y su labor diplomática caminan de la mano para proyectar lo mejor de RD

Enrique Pina cuenta con una amplia trayectoria artística en el mundo operático, la cual ha desarrollado paralelamente con su otra pasión: la diplomacia. Ambas facetas son inseparables para este reconocido artista que ha llevado el nombre de la República Dominicana a escenarios de gran prestigio en el mundo.

l No eres el típico cantante: Licenciatura en Mercadotecnia, doctorado en Ciencias Políticas, tienes un máster en estudio europeo y dominas cuatro idiomas (español, inglés, francés e italiano)… ¿te interesaste primero por la música?

l Fue paralelo. Mientras estudiaba Mercadeo en la universidad APEC, donde me gradué, asistía al Conservatorio Nacional de Música y trabajaba tan bien.

l ¿Y cómo nace esa afinidad con el canto?

l De pura coincidencia. Un amigo se unió al coro de una iglesia, me invitó también a la iglesia y me gustó el grupo, éramos adolescentes, tenía 17 años…

l ¿Pero ya estabas consciente de tu aptitud artística?

l Para nada. El director del coro, que era Betico Payán, primer flautista de la Sinfónica Nacional en ese momento, empezó a catalogar todas las voces, y yo por estar en el ‘can’ entré al grupo [risas]. Cuando llegó mi turno, que era haciendo escala en el piano, empecé a subir, a subir y a subir la voz… Primera vez en mi vida que yo abría la boca para cantar. Entonces, el maestro dijo: -un tenor, tenemos un tenor, un verdadero tenor-. Nunca había escuchado ese término, para que veas lo lejos que yo estaba de todo eso. De inmediato, (Payán) pidió un pedazo de papel para escribirme el número de teléfono de la soprano Ivonne Haza, porque quería que estudiara canto. Él tenía un entusiasmo desbordante que a mí me resultó raro y extraño. Tomé el papelito con el número de Ivonne, lo puse en un bolsillo; por seis meses no la llamé, porque dije: -este hombre, Betico Payán, debe estar chiflado-. No lo conocía, ni él a mí, yo no sabía de música. Hasta que un día, por casualidad, me encuentro con Ivonne Haza en una tienda de accesorios de autos y le pregunté ¿usted es Ivonne Haza? ¿Su número de teléfono es este…? Y me respondió que sí. Le expliqué que Betico Payán me había sugerido que la llamara para estudiar canto. La maestra me indicó que fuera a su casa y, efectivamente, pasó lo mismo cuando me evaluó la voz frente al piano. Me dijo: -Esa nota que me acabas de dar sin técnica y sin escuela no la tienen todos los tenores. Efectivamente, debes de desarrollar ese talento, porque tienes futuro-. Entonces fue cuando entré al Conservatorio Nacional de Música bajo la dirección de Ivonne Haza.

l ¿Cómo pudiste desarrollar paralelamente estas profesiones?

l Trabajé mercadeo durante un año en la Colgate, mientras estaba estudiando en APEC. Pero no soy un hombre para la vida corporativa, porque en la vida corporativa, sobre todo la vida corporativa americana, te enlatan; tú no tienes pensamiento propio… Yo no sirvo para esa vida corporativa americana, quizás sí para la vida corporativa europea. Cuando terminé Mercadeo me fui a Roma para seguir estudiando canto y allá me inscribí en Ciencias Políticas (se graduó con honores en este doctorado de la Universidad La Sapienza de Roma) cuando estaba en la embajada dominicana. Soy un diplomático de carrera. Por eso es que la biografía dice: -uno de los pocos embajadores culturales que tiene la República Dominicana por el mundo-. Yo lo que hago es diplomacia cultural.

l ¿De dónde nace esa vocación por la diplomacia?

l En Roma, Italia, inicié trabajando en el área consular de la embajada dominicana. Duré tres años en ese departamento, pero me encargaba de muchas cosas porque manejaba perfectamente el italiano, hasta que el embajador Guido D’ Alessandro (1932-2011), mi primer gran mecenas de mi carrera diplomática, a quien le agradezco mucho, pidió mi nombramiento al canciller Joaquín Ricardo, quien me nombró como Consejero…

l ¿En cuántas embajadas dominicanas has trabajado?

l En la embajada ante Italia (ocho años), ante la Santa Sede, durante los últimos 10 años del pontificado de Juan Pablo II, para quien canté en la Basílica de San Pedro y grabé un disco para la Radio Vaticana (1998); de ahí fui a Washington, DC. ante la OEA, y ahora voy como diplomático a Toronto (Canadá), para ejercer mi trabajo cultural.

l ¿Cómo caes en la diplomacia cultural?

l En 1997, el embajador de España ante la Santa Sede me invitó a dar un concierto para toda la nobleza y acepté. Yo estaba en la mitad de un proceso de estudio de canto, fue un riesgo que él se tomó y que me tomé yo también, porque en ese momento los buenos resultados del concierto no estaban garantizados [risas]… Finalmente, el concierto fue acogido con mucho entusiasmo. Desde ahí comencé a ofrecer recitales para el cuerpo diplomático de la Santa Sede, y hasta el día de hoy no he parado.

l ¿Tienes una evaluación personal de la actual diplomacia dominicana?

l Creo que desde el 2004 hemos sido más proactivos. Me tocó trabajar cuando Joaquín Balaguer, quien no era una persona de una visión de un mundo global; la diplomacia para Balaguer era casi inútil, era de gente afectada, reuniones para tomar tragos, hablar de literatura y cosas así. Una visión casi de los años 40, cuando él fue diplomático. Hemos sufrido de una pasividad. En los últimos 15 años hemos estado un poco más proactivos. La diplomacia es como cualquier otra carrera. Tú no puedes improvisar médicos, no puedes entrar a un quirófano porque tú eres compañero de un partido y te pusieron en el hospital público. Para tú estar en el quirófano de un centro de salud tienes que saber de eso. En la diplomacia es igual.

l ¿Cuál es la faceta que mejor te identifica: diplomático o tenor?

l La diplomacia y el canto no son incompatibles. En Europa, muy diferente a lo que se piensa en Estados Unidos, el talento, ya sea poético, de la pintura o de la música, es un adorno en la carrera diplomática (…) Yo ofrecí conciertos donde estaba el embajador de Austria tocando el piano, el de Inglaterra tocando el corno inglés, y eso no los disminuía como diplomáticos… Siempre estoy consciente de que llevo sobre mis espaldas el nombre de mi país donde quiera que voy. Piso escenarios donde muy rara vez se escucha el nombre de la República Dominicana.

l Importantes escenarios internacionales han vibrado con tu canto, ¿cuáles han sido los conciertos más significativos en tu carrera artística.

l Siempre busco algo que beneficie al país. Canté para el papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro, ese fue un momento muy especial en mi carrera, y cuando grabé “Por amor” (autoría de Rafael Solano) para la Radio Vaticana, desde donde se transmitió para el mundo entero una de las piezas nuestras. También mis presentaciones en el Carnegie Hall (2010), el Teatro Nacional de Hungría, y por supuesto, las actuaciones en el Teatro Nacional de Santo Domingo han sido muy significativas.

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