Rebuscando entre papeles lógicamente viejos, encontré una crónica, quizá producto de una aventura de extrema audacia imaginativa de Jorge Luis Borges: “Nadie podía suponer en aquel secreto-isla que el equilibrio de todos los factores sería puesto en peligro por un gesto aparentemente banal, sospechosamente intrascendente, que fue cuando un puerco cualquiera dio la señal primera y todos sus congéneres lo imitaron: el puerco torció el rabo. Y entonces todos los puercos torcieron el rabo…” (Desde entonces, ese país devino en algo cómico, ya que nada sale bien, pues siempre un puerco tuerce el rabo).

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