Cien años después de la muerte de Juan Antonio Alix la visión que externara en sus décimas del alma dominicana parece detenida en el tiempo a juzgar por la psicología que describiera en la población, marcada por el arribismo político, debilidades que sus contemporáneos enrostraran al propio escritor. Nacido en Moca en 1833 y fallecido en Santiago en 1918, Alix alabó con sus versos lo que entendía como la “obra de progreso” que ejecutaba a finales del siglo XIX el dictador Ulises Hereaux (Lilís), condenándolo severamente poco después de su asesinato el 26 de julio de 1899. Algo parecido hicieron los merengueros apologistas de Trujillo tras el magnicidio de 1961.
La reciente publicación de Décimas de siempre le reconoce al autor, así lo hace constar el prologuista Fernando Cabrera, su condición de poeta culto. Su criollismo fue una elección, no una limitación como lo entendieron algunos que lo redujeron al simple “poeta popular”. Por encima del archiconocido Follón de Yamasá, Los mangos bajitos, musicalizado por Juan Luis Guerra y Amor y geografía, hay que detenerse en Fiesta de las lagunas, donde hace críticas a los “allantosos” y “aguajeros” de siempre, reconociendo a quienes cumplen con sus deberes sociales.
En la referida décima habla sobre el acto inaugural de un cementerio en 1898 frente a una estación del flamante Ferrocarril Central. “Y don Melitón Fonder/ que preside allí una Junta,/ sus pies de cebo se unta/ porque le suelen doler./ De tanto andar y correr/ por bien cumplir con su empleo;/ y yo todo eso lo creo/ porque sé que Melitón,/ cuando tiene una función/ no se vuelve bulla y peo”.
Alix reseña la invitación a la festividad de muchas familias cibaeñas. “Los Gómez y los Fermines,/ Los Almontes y Toribios,/ ya se mostrarán bien tibios/ en esos días de festines./ Los Betancourt y Martínez/ los Campos y los Silverios/ en un acto así tan serio/ pajaritos pintarán/ festejando con afán/ su famoso cementerio”. ¿Quién superará el humor de “Papá Toño”?
