Frente a la consternación provocada por los resultados de los concursos literarios que celebra anualmente el Ministerio de Cultura, en los que fueron dejados desiertos los correspondientes a los géneros de Novela, Cuento y Teatro, podría ser urgente y oportuno leer el ensayo El canon horizontal, del poeta, catedrático y crítico dominicano residente en Puerto Rico Miguel Angel Fornerín. De acuerdo a lo revelado por su compatriota escritor Miguel Solano, en el certamen habrían participado laureados exponentes de la narrativa dominicana, incluido un Premio Nacional ponderado por un “perdonavidas” de apellido italiano, descalificados deshonrosamente por el jurado, lo que describe como un acto de venganza por decisiones similares registradas en años anteriores. Con El canon horizontal, Fornerín buscó salirle al frente a situaciones incongruentes que se dan en la literatura dominicana, las cuales estarían provocando su estancamiento, sin lograr superar un localismo aldeano impropio de la sociedad global y posmoderna del siglo XXI. El autor recoge una serie de trabajos en los que escudriña con objetividad la producción escritural dominicana de pasadas y presentes generaciones, labor en la que se empeña en separar la paja del trigo, sin elogios ni descalificaciones que no se sustenten en criterios estéticos universales. “Dejando a un lado el baldón de ideas preconcebidas o harto reiteradas, echando debajo decenas de altares, Miguel Angel Fornerín vuelve a viajar entre las islas y, amparado en sólidos argumentos estéticos y lingüísticos, realiza una lectura minuciosa y sosegada de textos emblemáticos y emergentes que dieron y dan forma a la ciudad letrada de la patria de Hostos y Pedro Henríquez Ureña”, dice la presentación.

En la Coda del libro Fornerín se pregunta: “¿Cómo es posible que una literatura de tanta proyección como la que se hace en Santo Domingo adolezca de gente que la valore y justiprecie?” Y luego, él mismo se responde: “…procuro recurrir a la historia, magistra vitae, como la llamó Cicerón en Oratoria, para que me ayude a vadear tan proceloso río”. Lo comprendo.

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