Sin proponérselo, cuando dijo que güirero no es músico porque no estudia música y la güira no se toca sobre notas, Juan Bosch motivó un inusual debate sobre este arte.

Y lo hizo, de ahí lo interesante del caso, al colocar de protagonista a un ejecutante poco valorado, incluso despreciado, al extremo que una chanza dice que el último trago es del güirero.

Lo traemos a colación para recordar que en el país se discute muy poco sobre música y temas relacionados, y porque además se festeja hoy el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, en una etapa de cambios sustanciales que los relegan y afectan sus condiciones de vida.

Se empieza porque músicos y artistas de variados géneros no tienen un verdadero gremio o institución, con sustancia real en su seno, que los represente, ni siquiera a los niveles de los años 60 y 70 del siglo pasado cuando estaba una aguerrida Amucaba (Asociación de Músicos, Cantantes, Bailarines y Locutores).

Tampoco existen ahora “cabezas” que los defiendan o den la cara por ellos, como entonces lo hacían Pedro Medrano Hinojosa, Almanzor González Canahuate o Guillermo Lacrespeaux, reconocidos por tomarse muy a pecho los intereses del sector.

Una inmensa mayoría de instrumentistas o ejecutores han sido desplazados o minimizados por las “cajitas de ritmos”, por la “pista” y la “secuencia”, que elimina o incorpora instrumentos, y el “karaoke”, tiro de gracia para todos porque los clientes amenizan su noche y, mientras peor cantan, más lo disfrutan, en desmedro del trovador o guitarrista.

Se habla también del réquiem para coristas y viajes con orquestas al extranjero, limitados al cantante principal porque opera el “ven tú”, con el que se elude la firma de contratos de trabajo, para mayor desamparo del músico.

Para rematarlos, padecen el reinado del urbano, que solo y con su propio ritmo vocifera, balbucea, brinca y hace muecas para encanto de multitudes, con lo que predomina en los escenarios y copa la taquilla.
Son innumerables los cambios producidos en el “mundo” de los músicos que contribuyen a su desamparo, por lo que en su día apelamos a Santa Cecilia y al Estado para que los que han hecho de la música una ocupación, reciban protección.

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