Woody Allen, un «terrible músico»

Dicen que un buen músico nunca deja su instrumento en manos de otro y así, Allen se aferraba a sus dos maletines en los que llevaba sus…

Dicen que un buen músico nunca deja su instrumento en manos de otro y así, Allen se aferraba a sus dos maletines en los que llevaba sus clarinetes, haciendo incluso ejercicios de malabarismos a la hora de agarrar el micrófono. Aunque él no se considera precisamente un buen músico.

«No he venido hoy aquí como cineasta, sino como el terrible músico que soy», dijo ante la prensa al inaugurar el Film Center del centro cultural, que lleva su nombre en la butaca central, y que se estrenará a partir del martes con un ciclo de películas que Allen considera imprescindibles. La primera, «Rashomon», del japonés Akira Kurosawa.

Y es que Asturias, una región a la que está profundamente vinculado -escenario de una de sus películas y de la presentación de otras dos y por la que siempre ha mostrado su afecto- quiso agradecerle así la promoción que hace Allen de la comunidad, como señaló el presidente asturiano, Vicente Álvarez Areces.

Sin embargo, el cantautor español Luis Eduardo Aute no se mostró de acuerdo con esa faceta de mal músico: «Es un músico espléndido», señaló sobre Allen, con quien dijo unirle «la pasión por el cine y la ficción por la música».

Tampoco parecieron estar de acuerdo las entre 10.000 y 14.000 personas congregadas en el espacio abierto del complejo Niemayer, que pese a la lluvia intermitente, no se amilanaron y acudieron en masa. En un principio había 10.000 entradas, pero al final pudo acceder más gente.

El centro, que se inaugura tras más de dos años y medio de obras y una inversión de 43,3 millones de euros (unos 61 millones de dólares), es un regalo del arquitecto brasileño con motivo del 25 aniversario de los Premios Príncipe de Asturias, que él recibió en 1989 y Woody Allen en 2002. Cuando en 2006, le plantearon participar en los festejos, él quiso contribuir con lo único que sabía hacer: dibujar.

Y ese dibujo se convirtió en un centro cultural integrado por cuatro edificios que enmarcan una gran plaza abierta en una superficie de 44.213 metros cuadrados, una especie de isla de color blanco, cúpulas y curvas imposibles, enmarcado en un entorno muy singular: la margen derecha de la ría de Avilés, rodeada de industria acerera y de chimeneas que siguen echando humo, y que forma parte de un ambicioso proyecto de reordenación urbanística.

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