Cacao y educación

Si fuéramos un pueblo mejor educado, el tránsito sería normal. No tomaríamos tres o más pollos por persona en el especial de supermercado cuando se especifica “sólo dos por compra”.

Si fuéramos un pueblo mejor educado, el tránsito sería normal. No tomaríamos tres o más pollos por persona en el especial de supermercado cuando se especifica “sólo dos por compra”.

Respetaríamos las colas y un largo etcétera. Son cotidianamente palpables los efectos de nuestra pobre educación. Ayer, un estudio empresarial reseñado por El Caribe los reiteró muy graves para la productividad.

Las limitaciones educativas –analfabetismo incluso- entre los productores de cacao traban el avance de ese y otros dos sectores generadores de divisas.

Hoy, producir es producir bien, lo que descansa en prepararse para hacerlo. Nuestro noble y exitoso cacao es renglón en riesgo si no mejoramos la educación. Como el país todo.
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