Margarita Cedeño
Las reflexiones siguientes son frutos de una experiencia reciente cuando asistíamos a un seminario sobre cooperativismo y preservación del medio ambiente, auspiciado por el Instituto de Desarrollo y Crédito Cooperativo (Idecoop) y el Despacho de la Primera Dama.
Allí pudimos presenciar a una doctora Margarita Cedeño de Fernández que con su presencia daba ejemplo de sencillez, confianza y capacidad para regentear desde asuntos de Estado al más alto nivel, hasta el trato decente con cualquier gente sencilla del pueblo.
Sin dejar su rol de Primera Dama, saludó y compartió con muchos de los presentes, habló con un discurso coloquial y explícitos de sus planes y preocupaciones desde el Estado y dejó plasmada la imagen de que por ser la esposa del Presidente de la República, no la hace intocable e inalcanzable para los de a pies o pobres. Con aquella imagen, la de una Primera Dama humana y social, me vino a la mente el contraste con otros funcionarios del Estado que se creen los todopoderosos herederos de los puestos que pagamos todos con nuestros impuestos.
Todo pasa
Es sorprendente, propio de estudio, la soberbia de algunos dentro del tren del Estado. Por cualquier cosita se ofenden y hasta asumen como un ultraje que alguien, como el autor, haga uso del derecho a la expresión libre para rememorar experiencias vividas durante visitas hechas, no a su casa o residencia privada, sino a las oficinas públicas, pagadas con nuestros impuestos.
Experiencia
Es increíble, pero hay una especie de subdesarrollo emocional que afecta al Estado dominicano a partir de la calidad humana de muchos de sus funcionarios, que de repente cambian cuando son designados en puestos públicos. En lugar de asumir con humildad y presteza sus puestos, lo que hacen es transformarse en seres superdotados. En el fondo son el contraste con el espíritu que emana una Primera Dama de la República, la doctora Margarita Cedeño de Fernández.
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