Sesenta y cuatro años para un ser humano es tiempo de avanzada madurez; es otoño existencial, es atardecer, antesala de retiros y rediseño de vida con orientación a la calidad, más que a la cantidad.

En lo institucional es: fortaleza, muestra de capacidad de adecuación a realidades del presente y adelanto al porvenir; es dinamismo para enfrentar retos y condiciones para andar unos pasos delante de lo moderno, en lo tecnológico y en su filosofía y cultura propias.  El Banco Central llega a su  sexagésimo cuarto cumpleaños.

El  acta de nacimiento, con la ley 1529,  sitúa su génesis en el 9 de octubre del 1947, pero ve la luz pública operacional el 23 del mismo mes. 

El Banco Central y su Junta Monetaria como organismo rector  es muchísimo  más que emisor de billetes y monedas; elaborador y ejecutor de política monetaria y cambiaria; administrador de reservas internacionales; promotor de la liquidez y solvencia del sistema bancario.

Su estructura operacional, compleja telaraña coordinadamente estructurada como mecanismo de reloj suizo y de absoluta coherencia ejecutante y tecnología de punta, montada sobre capacitados empleados con conciencia plena  de sus responsabilidades nacionales, alineados en una pirámide de dirección hoy encabezada por Héctor Valdez Albizu y asistencia de Clarissa de la Rocha y un valioso equipo de hombres y mujeres, técnicos  y especialistas, que hacen carrera en el BC.

En su fiesta de Gala en el Teatro Nacional de este 64to aniversario deleitó a sus privilegiados invitados a casa llena y algo más,  nutrida representación de la alta sociedad nacional, con el espectáculo titulado La Música del Viento, con Chris Botti, trompetista de clase mundial y raíces italianas, el instrumentista más vendido.

Con 7 artistas invitados, completaron un fabuloso equipo que cautivó la audiencia desde su entrada con el “Ave María”, electrificando el ambiente como preludio de un excepcional espectáculo de Jazz contemporáneo y música Pop.

Este delgado virtuoso de la trompeta y compositor, nacido en octubre 12 del ’62, en Portland, Oregón, heredero del talento musical materno, le arrancó infinitos sonidos a su  instrumento del ’39,  justificando sus más de 5 nominaciones al Grammy,  que ha tocado junto a artistas de la calidad de Frank Sinatra, Buddy Rich, Paul Simon  y nuestro Juan Luis Guerra, entre otros.

Lisa Fischer llenó de melodías vocales nuestra Sala Carlos Piantini, poniendo alma y sentimiento a una voz de registro infinito, luciéndose entre el canto grave y la aguda voz de soprano, en duelo musical con el propio trompetista que en un momento se mezclaron con el público. 

Caroline Campbell extrajo de su violín con marcada maestría un arcoíris musical de notas que “retozaron” en el alma de los privilegiados testigos de la extraordinaria coordinación de maestros del piano, batería, bajo, guitarra y teclado. Fabuloso espectáculo que obliga a felicitaciones a los ideólogos y coordinadores de tan exquisito regalo musical.
El autor es empresario

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