La Torre de Babel europea

Es impresionante la forma en la que los herederos del mundo grecorromano, aquellos otrora dueños absolutos de todo lo existente en la totalidad…

Es impresionante la forma en la que los herederos del mundo grecorromano, aquellos otrora dueños absolutos de todo lo existente en la totalidad de mar y tierra entre Las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar) y el río Indo, son en estos momentos los actores principales de la alicaída y peligrosa situación que amenaza con fragmentar a la Unión Europea.

Grecia e Italia acaban de perder a sus mandatarios en medio de una crisis económica y de confianza que crece cual bola de nieve. El nombre de Grecia, ya la opinión pública está acostumbrada a verlo a diario en todos los medios de información existentes. Georgios Papandreu, ahora ex primer ministro griego, en un movimiento político arriesgado, trató de someter a referéndum el nuevo rescate de la Unión Europea y el FMI a este país como una manera, a nuestro entender, de preservar su imagen en el manejo de la crisis y en el rumbo que ésta pudiese tomar luego. Sin embargo, la jugada no salió como él esperaba, teniendo al final que pactar con la oposición un gobierno colegiado del cual, el mismo Papandreu no formará parte.

Ahora, ¿qué podemos decir de Italia?

Italia, octava economía del planeta, tercera de la eurozona, miembro del G-8 y, además, el tercer mercado de bonos más grande del mundo, permanecía “extrañamente” en silencio. Silvio Berlusconi, Il Cavaliere, político con una trayectoria gubernamental amplia (tres veces al frente del gobierno) y con no menor fama en otros sentidos, había decidido en todos estos meses, dejando el problema de Grecia de lado y violando lo que parecía ser una “bella amistad” con su extravagante amigo Gadafi, el otrora benefactor y suministrador de cuantiosos recursos en gas a la península itálica, apoyar a la OTAN y, de manera indirecta, a los rebeldes libios en su empresa por terminar con la era gadafiana; de esa forma se olvidaba de los problemas domésticos que hoy le han explotado en las manos y que le han valido su puesto al frente del ejecutivo.

Leyendo la opinión de renombrados economistas como Santiago Carbó, Mario Weitz, David Canos Martínez, entre otros, respecto a la situación que afronta la eurozona con el destape de la crisis de la economía italiana, es fácilmente perceptible el pesimismo generalizado que existe en torno a este tema y la certeza de que este nuevo traspiés de una de las piezas claves en la salud del bloque económico europeo resultará mucho más difícil de resolver que el espinoso tema griego y que no bastará con la dimisión del primer ministro para solventar positivamente la situación.

La economía italiana, por su tamaño, hace imposible el intento de un rescate con los fondos con los cuales se cuenta en este momento para ello. Su economía triplica la suma de la de Grecia, Irlanda y Portugal y su deuda asciende a la astronómica cifra de unos 1.9 billones de euros (US$2.7 billones) en comparación con la deuda de Grecia que es de 340,000 millones de euros o lo que es lo mismo, 459,000 millones de dólares.

Esta nueva crisis de la economía transalpina puede indiscutiblemente arrastrar a otros países del área como España y Portugal o a otros más pequeños con los que Italia mantiene fuertes intercambios comerciales, por lo que no es de extrañar que la Unión Europea, en su intento de sobrevivir, tendría que hacer unos reajustes radicales en su conformación, dejando fuera  algunos de los Estados que la integran.

La supervivencia de la eurozona es una prioridad para los líderes europeos e indiscutiblemente para la salud de la economía mundial. Una de las causas de la guerra de Yugoslavia fue la disolución de la unión monetaria que regía en ella; obviamente, no seríamos tan tremendistas de pronosticar un conflicto bélico en el Viejo Continente si el euro colapsase. Sin embargo, se trastocaría todo el entramado económico que vive Europa y el resto del planeta y se crearían allí supuestos de necesaria culpabilidad que desdibujarían las armoniosas relaciones interestatales existentes ahora.

Todo este escenario, no sé por qué, evoca en mi memoria el recuerdo de aquella torre inmensa que los humanos quisieron levantar para llegar al cielo y que recrea la Biblia, si mal no recuerdo, en el Antiguo Testamento. El resultado de este esfuerzo fue fatal y la torre, construida por hombres que hablaban diferentes idiomas, al final se vino abajo. Creo que se llamaba “La Torre de Babel.”

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