El adiós a Subero Isa

El magistrado Jorge Subero Isa finalizó su carrera como juez de la Suprema Corte de Justicia en la noche del pasado miércoles. El Consejo…

El magistrado Jorge Subero Isa finalizó su carrera como juez de la Suprema Corte de Justicia en la noche del pasado miércoles. El Consejo Nacional de la Magistratura decidió revocar su mandato como presidente de la corte.

De acuerdo con las declaraciones que emitió esa misma noche, no esperaba que el Consejo le revocara el mandato. No había interpretado con propiedad los movimientos que se producían a su alrededor.

Subero Isa es un ciudadano vital que podía continuar ofreciendo sus servicios al país desde el alto cargo que ocupaba. Es verdad que el órgano superior podía destituirlo, como lo hizo, es su facultad, pero no parece que sus miembros se manejaran con la debida delicadeza. Que lo dejaron como simple juez, después de ser presidente, podría conducir a cualquier interpretación. Su renuncia es comprensible y quizás justa.

Lo ocurrido no debió sorprenderlo. Su salida pudo ser dialogada en unos términos que no condujeran a su retiro forzado.

Hay otra cuestión, tal y como ha declarado el magistrado Subero Isa, la ya vieja Suprema fue desmantelada. Ha sido excesivo. A una corte de su dimensión no se le da un golpe de esa envergadura. La cultura acumulada, la capacidad de trabajo, la calidad y la dignidad de los señores magistrados no debieron ser arrasadas en esa proporción. Al menos debió preservarse al magistrado presidente, firme, con suficiente independencia, comprensivo de los alcances de los poderes y suficientemente capaz. En sociedades con mayor madurez, a los jueces de oficio se les deja ejercer su papel hasta que duela.

De todas formas, los hechos están consumados. La Nación tiene una nueva Suprema. Lo importante ahora es que los logros cuantificables, de alta calificación, alcanzados por esta Suprema, se mantengan y haya avance. Nunca jamás retroceso. Que no se vuelva a los jueces títeres de los doce años de Joaquín Balaguer o de la anacrónica tiranía de Trujillo. Los nuevos jueces tienen una alta responsabilidad sobre sus hombros, que deben saber llevar.

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