Francis Santana, una vida de son, merengues y boleros

«Yo comencé a la edad de 14 años a cantar en cabarets, los cantantes de cabaret tenían que cantar de todo, porque venía…

«Yo comencé a la edad de 14 años a cantar en cabarets, los cantantes de cabaret tenían que cantar de todo, porque venía un cubano y te pedía un son, un argentino un tango, un mexicano una ranchera, por esa razón  había que saber de todo”. Así se manifiesta Juan Francisco Santana, mejor conocido como –Francis-, quien es de los pocos artistas dominicanos que tienen un gran dominio de distintos géneros musicales.

Con más de 60 años en la música, este intérprete posee una discografía que abarca merengues, sones, mangulinas, boleros, baladas y guarachas.

Pasó su infancia en el populoso sector de San Carlos y aún en medio de la pobreza, la considera “maravillosa”. Jugó pelota, tropo, limpió zapatos y vendió maní, pero a él y sus siete hermanos nunca les faltó un plato de comida, gracias al esfuerzo de sus padres. “Mi papá trabajaba mucho y en mi familia siempre reinó el cariño y el respeto”, cuenta.

Lo que sí no puede negar es que fue un “busca pleito” desde pequeño. “Cuando me mudaba a un sitio preguntaba que quién era el más guapo, y con ese me emburujaba, después que peleaba con ese, los demás me cogían miedo y decían: pero ese flaquito del diablo no es fácil”, confiesa.

De esa época es que data su apodo “El songo”, que debe a su madrina. 

Pasó por varias escuelas, aunque explica que antes no se estudiaba tanto, pero la educación era diferente. “En aquella época se respetaba al maestro como si fuera un padrino y el padrino se quería igual que a tu papá”.

Se siente un hombre afortunado, al tener “una esposa maravillosa, cinco hijas y trece nietos, a quienes quiero con toda mi alma”. No obstante, no siempre fue un hombre de una sola mujer. “Me casé cinco veces. Era un hombre mujeriego, me gustaba mucho la calle, (al terminar esta frase  el Songo frunce el ceño). Mi esposa, Liliam Manzano, es una mujer muy buena, tranquila y encantadora, con ella vivo una dictadura jajajajajaaja, ¡oh,  y no tengo 47 años de casado con ella, eso es una dictadura!” .

Su pasión por la música la heredó de su padre, Rafael Santana, mejor conocido como Papae, quien fue uno de los primeros cantantes que grabó un disco en Santo Domingo. A los 14 años, junto a su hermano mayor, se metía a cantar a los cabarets y cuando llegaba la patrulla pidiendo la cédula se escondía debajo del mostrador. “Me inicié tocando guitarra y haciendo coro, aprendí a tocar este instrumento mirando a mi hermano. Entonces de ahí ingresé a la orquesta de Antonio Morel, eso fue entre 1946-1947”.

De su vida como artista no se puede quejar. Aunque no es millonario como muchos artistas jóvenes, ha  trillado un camino y eso le causa mucha satisfacción. “De hace un tiempo para acá se paga mejor, antes no se pagaba tanto dinero”, señala.

Cantó una vez en la casa de Rafael Leonidas Trujillo (el Jefe), su hijo Radhamés le invitó. Cantaba con la orquesta “Decí tres veces que hacé”, agrupación que pertenecía a Ramfis, donde se juntaban a beber tragos y cantar. “Ramfis y Angelita cantaban muy bien, su hermano Radhamés componía canciones. La gente habla mucho, pero ellos conmigo, en particular, nunca tuvieron nada malo, al contrario, siempre me trataron muy bien”.

Viajó a muchos países, pero luego de tres meses en Haití, donde se quedó mientras su orquesta “Flor de oro” viajaba a España, regresó y entró a la Voz Dominicana para cantar con Papa Molina. “Fue una época inolvidable, además conocí varias figuras, entre ellas a Olga Guillot, a los comediantes mejicanos Pototo y Filomeno y a Lucho Gatica”. 

Sobre la política, dice no gustarle mucho, tampoco los políticos, porque  “hay que hablar mucho embuste”. Sin embargo, declara que “antes era trujillista, pero porque tenía que serlo, ahora leonelista hasta la pared del frente. Ese muchacho es muy inteligente y lo está haciendo muy bien. Mira, en cualquier escenario que Leonel habla, hay que pararse a escucharlo”.

Comenta que tocó con Antonio Morel, cantando en la Orquesta Antillana, que era la que más tocaba bailes en esa época, además, trabajó por mucho tiempo con Rafael Solano en el hotel El Embajador  y de pasó a formar su propia orquesta.

Concluye la entrevista con una experiencia jocosa, que trabajó corto tiempo haciendo mosaicos y cobrando peso y medio semanal. Por una de esas raras vueltas de la vida, sustituyó a su hermano en una fiesta, para tocar la guitarra y le pagaron tres pesos. Al día siguiente le volvieron a buscar para un pasadía y ganó tres más y cuando su madre le levantó para que fuera a trabajar a la fábrica le dijo: “¿A buscar qué vieja?, si yo en dos días me gano seis pesos, ¿voy a trabajar ganando peso y medio semanal? Más nunca le puse la mano a un mosaico”.

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