Introducción:

Es evidente que la humanidad, en su evolución y en su historia, ha ido descubriendo las leyes, normas o mandatos que deben regular sus vidas y mutua convivencia. Mostremos, brevemente, los grandes jalones de este capítulo de la historia y evolución de la humanidad.

1. La ley de la selva

La ley de la selva es la ley del más fuerte: aquí se hace lo que yo quiero, porque tengo la fuerza, el poder y soy el jefe.  Es la ley del abuso y de la prepotencia. La ley de las fieras. Los inicios de la historia humana están marcados por la ley de la selva. Todavía se observan prácticas de esta manera de relacionarse los seres humanos, dentro de un mismo país o de una nación hacia otra. En el fondo de las guerras injustas, opresiones, violaciones, dictaduras se descubre vigente la ley de la selva.

2. La ley del talión

El talión, pena que consiste en hacer sufrir al delincuente un daño igual al que causó, significó un avance en la humanidad.  La ley del talión ha quedado resumida en la expresión “ojo por ojo y diente por diente”.  A una mentalidad humanista y cristiana le resulta difícil aceptar hoy en día. Sin embargo, ella marcó la superación de la ley de la selva e inició los caminos de una convivencia humana basada en la justicia. Aparece ya en el código del rey babilonio Hammurabi, 1800 años antes de Jesucristo, y en las antiguas leyes asirias.  La ley mosaica, antiguo testamento bíblico (hacia el 1250 antes de Cristo), aceptó el talión y aparece redactado así:  “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Éxodo 21, 23-24).  La ley del talión es la ley de la venganza.

3. La ley del amor al prójimo

La ley del amor al prójimo está recogida también en el antiguo testamento y significa un paso de avance frente a la ley del talión. El libro del Levítico la redacta así: “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19, 18).

Al término prójimo, debido a la larga influencia cristiana, se le da hoy un sentido muy amplio.  Sin embargo, en los tiempos bíblicos, el amor al prójimo se extendía únicamente a los miembros del pueblo de Israel y, según Deuteronomio 10, 18-19, se aplicaba también a los extranjeros residentes entre los israelitas.

Más aún, en tiempos de Jesucristo, esta ley, tal y como se practicaba, incluía el odio a los enemigos y la redacción en la vida real era: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo” (cfr. Mateo 5, 43).  Se quería, en efecto, decir: ama a los israelitas y a los que están con ellos y odia al resto del mundo.

Si la ley del talión recoge ya la idea de una convivencia humana basada en la justicia, la ley del amor al prójimo añade otro elemento: el de unas relaciones humanas o convivencia, que integra el amor.

4. El mandato nuevo

Jesucristo dijo a sus discípulos: “Les doy un mandamiento nuevo (“una ley nueva”): Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos” (Juan 13, 34).

Como es lógico el mandato, la ley nueva, de la que habla Jesucristo no consiste esencialmente en el amor al prójimo, porque ya era conocido en el mundo antiguo, sino en el “como Él amaba”. Así, el amor al prójimo como tal no es el distintivo de sus discípulos. Esto puede ser común con otros grupos u otros pueblos. El sello distintivo está en el modo.

¿Cómo amaba Jesús?  He aquí algunos rasgos distintivos:

4.1 El amor de Cristo supera la ley de la selva y la ley del talión.

“Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.  Pues yo os digo:  no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda” (Mateo 5, 38-42).

4.2 El amor de Cristo supera el amor al prójimo al estilo del antiguo testamento e incluye el amor a los enemigos.

“Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.  Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos?  Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mateo 5, 43-48).

Esta fue su enseñanza y su praxis. Colgado en la cruz su primera palabra fue: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34). También perdonó a Pedro, que lo negó tres veces.

4.3 El amor al prójimo como a uno mismo enseñado y practicado por Cristo, es universal y en la práctica equivale a decir: Todo hombre es mi hermano.  
La célebre parábola llamada del Buen Samaritano recoge perfectamente su orientación y estilo: Lucas 10, 29-37. En ella, un desconocido viene en ayuda de otro desconocido. Allí se expresó el amor al prójimo, tal y como lo entiende Jesús.

Por otra parte, la acogida que da a pecadores, prostitutas y marginados sociales, muestra un amor que no excluye ni discrimina a nadie, aunque no esté de acuerdo con sus conductas.

4.4 El amor de Jesús es amor de servicio.

Ante la ambición de sus discípulos por los primeros  puestos en el grupo, Jesús los llamó y dijo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mateo 20, 24-28).

A sus propios discípulos lavó los pies en señal de amor y servicio (Juan 13, 1-20).

4.5 El amor de Cristo entraña un amor preferencial por los pobres y necesitados.  Más aún se identifica con ellos: “Lo que hicisteis a uno de estos a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 31-46).

Lo mismo dice a sus discípulos: “El que a ustedes recibe, a mí me recibe” (Mateo 10, 40).

Jesús se identifica plenamente con la persona amada.

4.6 El amor de Cristo llega hasta dar la vida por el rebaño (Juan 10, 11),por los amigos (Juan 15, 13), por los enemigos (Romanos 5, 6-10), por muchos (Mateo 20, 28 y 26, 28), por todos ( 1 Timoteo 2, 6).

4.7 El amor de Cristo incluye la ternura (“hermano y amigo”), el servicio (acciones concretas) y el sacrificio (simbolizado en la cruz).

5. Selva, talión, amor
Una rápida ojeada a la realidad actual nos muestra que estas leyes están presentes aquí o allá en alguna parte de la humanidad. Más aún conviven, a veces, simultáneamente en una misma sociedad o país.

Así, al mirarlas en su conjunto, puede uno hacerse muchas preguntas.  Una de ellas podría ser esta: ¿Cuál de estas leyes predomina entre nosotros: la de la selva, la del talión, la del amor al prójimo limitado a un grupo como entre los judíos o el mandato nuevo de Cristo?”.

CONCLUSIÓN:

La regla de oro de la ley del amor al prójimo es, con palabras del filósofo chino Confucio (siglo VI- V a.C.) y del sabio Tobías en el Antiguo Testamento (relatando acontecimientos de los siglos VIII- VII a.C.): “ No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”; o con Jesucristo, en Mateo 7,17, diciendo lo mismo que Confucio y Tobías, pero con una definición positiva y proactiva: “ Trata a los demás como tú quieres que te traten a ti”.

Solidaridad es el término, valor o virtud, que define mejor modernamente la ley del amor al prójimo y que se torna un imperativo ético.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros a los catorce días del mes de marzo del año del Señor dos mil doce.

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