“En el fondo, soy una maestra enganchada a la actividad política”

Lo primero que dijo luego de abrirnos la puerta de su casa, fue: ah!, tú eres la periodista a la que Mario Emilio le dijo que su sueño era morir a los 98 años, baleado por una amante celosa; pero lo que él no te dijo es que com

Lo primero que dijo luego de abrirnos la puerta de su casa, fue: ah!, tú eres la periodista a la que Mario Emilio le dijo que su sueño era morir a los 98 años, baleado por una amante celosa; pero lo que él no te dijo es que como yo le llevo cuatro años, a los 102, tomaré venganza de esa mujer que no solo me quitó el marido, sino que también lo mató.En ese momento quedó ante nosotros una mujer que, contrario a lo que se pueda pensar, goza de un gran sentido del humor y que, además, mantiene vivo su lado infantil con una enorme colección de muñecas, ubicada en un lugar preferente en la sala, a escasa distancia de su escritorio. En esta conversación recordó las tertulias que un grupo de intelectuales protagonizaba en la sala de su casa durante los días de una infancia feliz, aunque matizada por una salud delicada que le impidió vivir la vida como cualquier niña de su edad.

Estaba segura que sería una famosa escritora que firmaría sus best seller con el pseudónimo de Sandra Santilo, pero eso quedó en el olvido, cuando en una de las aulas del Instituto de Señoritas Salomé Ureña descubrió que el magisterio era su verdadera vocación.
   
1. Niña enfermiza
Fui hija única en una familia que me quiso quizás demasiado, porque era una niña muy enfermiza. Cuando nací profetizaron que no me iba a criar; después, que no iba a llegar a la adolescencia y después no querían que me casara porque, por supuesto, no iba a poder tener hijos, pero como soy una guerrillera de la vida, he desafiado y triunfado sobre todos esos malos presagios. Me casé, tuve cinco hijos, seguiditos, me divorcié y me volví a casar con el mismo hombre, me divorcié otra vez y, tras 12 años soltera, me casé con Mario Emilio y volví a ser madre.

2. Sobreprotegida
No fui a la escuela,  no tuve una escolaridad formal hasta los diez años, tenía preceptores, a pesar de que mis padres no eran ricos, lo que considero una exageración de mi padre y de mi abuela. Tanto me protegían, que había un español muy inteligente, el profesor Luis Alaminos, que bromeaba mucho y cuando yo me asomaba al balcón, él le decía  a mi abuela: “doña Belén corra que en la radio dijeron que está lloviendo en Cuba y la niña está en el balcón y se puede resfriar.”

3. Mi primer día en la escuela
Como no fui a la escuela hasta que no cumplí los diez años, me impresionó  y me asusté mucho al ver tantos niños y niñas juntos. Nunca en mi vida había visto tantos niños reunidos. Yo era zurda y al llegar al colegio Santa Teresita y ver que todos escribían con la mano derecha, me sentí tan diferente y aunque siempre me ha gustado ser diferente, en ese momento y a esa edad, no fue así. Me llegó el deseo de la homogenización y ser parte de un todo. Eso fue un estímulo para comenzar a utilizar la mano derecha.

4. Las tertulias en casa
Un grato recuerdo que, además, representó la mayor enseñanza para mí, fueron las tertulias que en torno a mi padre se formaban cada día en nuestra casa. Estaban compuestas por personas que pertenecían a una sociedad  que se llamó El Paladión. Ahí conocí a Pedro Mir y le enseñé mis primeros versitos y él me los elogió. A ese grupo, luego de la guerra civil española, se integraron españoles de alto nivel académico. Le agradezco a la cigüeña que me llevara a la casa donde nací y me crié, porque eso me permitió estar rodeada de personas de mucha capacidad intelectual.

5. Noches tristes
Te puedo decir que el recuerdo más triste de mi infancia son mis noches de asma. Todas las noches me despertaba un ataque de asma y en esa época, aunque te parezca del Paleolítico Inferior, no había ni los aerosoles, ni los nebulizadores. No había nada. Te ponían una ventosa, que consistía en un vasito con un algodoncito prendido y se lo ponían a uno en la espalda, o te ponían unos papeles empapados de cebo de flandes.

6. El mundo real
La sobreprotección con que viví, terminó cuando a la edad de 26 años me divorcié por segunda y definitiva vez del padre de mis primeros cinco hijos.  En ese momento la vida me despojó de esa capa de protección. Tuve que quedarme sola frente a la vida, con cinco hijos huérfanos de padre vivo, divorciada en un medio que no aceptaba a las divorciadas, y para rematar, cuando cambió el estatus de mi padre, su esposa lo botó y me lo mandó a mí con un atadito de ropa. Luego, con el derrocamiento de Juan Bosch, me botaron de mi trabajo, yo era subdirectora del Instituto de Señoritas Salomé Ureña.

7. La maestra
Pensé que sería escritora o poeta; es más, estaba casi segura que haría carrera como poeta, yo tenía hasta un pseudónimo, me iba a llamar Sandra Santilo y soñaba con llegar a un país y que me dieran un recibimiento en grande. Pero cuando me divorcié por  primera vez, tenía dos hijos y estaba embarazada, tuve la necesidad de trabajar,  tenía 20 años y en ese momento se jubiló una de mis profesoras del Instituto de Señoritas, yo estaba estudiando Derecho, solicité el puesto, me lo dieron y me enamoré del magisterio. Dejé el Derecho y me puse a estudiar una carrera que no me ha dado muchas satisfacciones económicas, pero sí muchas morales, y con eso me conformo.

8. Encontré mi vocación
Fue en un aula impartiendo Lengua Española e Historia Patria, cuando encontré mi verdadera vocación. Me enamoré del magisterio, olvidé el Derecho y se marchitó mi vocación de poeta. Me quedé como maestra y creo que en el fondo soy una maestra enganchada a política. El amor por el magisterio me atrapó en un aula y jamás me ha abandonado.

9. Conocí a Mario Emilio
Yo tenía 12 años divorciada y ya era decana de Humanidades en la Universidad y Mario Emilio cubría la UASD como periodista y me gritaba en pleno claustro: “doña Ivelisse (o profesora) me voy a casar con usted”,  y yo me decía:  y este loco ¿de dónde salió? Dios mío. Pero eso me rompió el blindaje, porque no me atrincheré como lo había hecho con otros enamorados y él fue muy ladino y conquistó a mis hijos primero, se los llevaba a comer helados. Me abrió a la vida de tal manera, que a los 40 años fui madre de nuevo.

10. El PRD

Cuando llegó don Ángel Miolán al país, él, su hija Nina y  Clara Rodríguez Demorizi me convencieron para irme a inscribir a la oficina del PRD, y yo soy una de las perredeístas que tiene inscrita en esa organización el mismo tiempo que ésta tiene en el país. Mi líder sigue siendo Peña Gómez, para mí él no está muerto; sin embargo, cuando él fundó el BIS yo no me fui y recuerdo que escribí un artículo donde decía: “los espero (a él y a Jacobo Majluta) bajo el viejo limoncillo del patio”.

Realidad
La sobreprotección con que viví, terminó cuando a la edad de 26 años me divorcié por segunda y definitiva vez del padre de mis primeros hijos. 

Enfermiza
Mis ataques de asma motivaban la sobreprotección de mis padres al punto que conocí la cocina de mi casa a la edad de 12 años.

Intelectuales
Un grato recuerdo, que además fue de gran enseñanza para mí, eran  las tertulias que en torno a mi padre se formaban cada día en casa.

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